Hija Mía, no corran tus lágrimas por lo que Me estás pidiendo, porque lo que tu quieres es lo que Yo quiero. Mis sacerdotes son inmensamente amados por Mí y Mi Santa Madre, y aún más, cuando tratan de hacer Mi divina voluntad.
Todo lo que Me pides para Mis sacerdotes que son los tuyos también, Yo lo tendré en cuenta, y tarde más o tarde menos en concedértelo, te lo concederé. Así pues, hija Mía, tu oración para con los sacerdotes debe ser ardiente y generosa, llena de amor y de celo apostólico, y así, esa oración unida a Mí, llegará al Trono de la Santísima Trinidad y se hará efectiva en su momento. Yo, Jesús tu Salvador, te hablo.
Di a Mis hijos los sacerdotes que bendigo cada acción que hagan por Mí y por Mi Reino. Diles que el bien que desean hacer a las almas Yo lo bendigo para que sea fructífero, y que nunca se desalienten a la vista de los acontecimientos nefastos que pueden suceder en la Santa Madre Iglesia, porque Yo estoy al tanto de todos y no consentiré que el mal la invada más allá de lo que Yo permita. Nadie, absolutamente nadie, ni el más poderoso de la tierra, puede vencerme, ni vencer a Mi Santa Iglesia, por eso, habrá mal, sí, pero el mal no vencerá porque Yo lo vencí con Mi muerte y resurrección y no podrá volver a matarme de nuevo (1)
Quieren los conspiradores quitarme de en medio y anularme en Mis fieles y en Mis clérigos, pero solo vencerá el mal en aquellos clérigos que no Me pertenecen porque Me vendieron hace tiempo por su reputación, su placer, el dinero, o su egoísmo. Así pues, hijos Míos, servidores de Dios, sacerdotes santos, no temáis las malas noticias contra el Papa, contra Mi Iglesia, Yo vigilo y Mi Madre protege a todos que de corazón Me pertenecen. El Papa sufre y sufrirá, pero eso le ayuda a crecer en méritos y en santidad y a comprender mejor el misterio de Mi Pasión, pero sí hijos Míos, rezad mucho por él, para que el Maligno al escupirle su rabia no lo hunda, porque vuestras oraciones son poder y fuerza para Mi Cabeza, el Papa. Yo, Jesús, os hablo.
Recibid Mi bendición y Mi amor y no os olvidéis de que Yo estaré con vosotros hasta el fin del mundo. Jesús de Nazaret, os habla.
Todo lo que Me pides para Mis sacerdotes que son los tuyos también, Yo lo tendré en cuenta, y tarde más o tarde menos en concedértelo, te lo concederé. Así pues, hija Mía, tu oración para con los sacerdotes debe ser ardiente y generosa, llena de amor y de celo apostólico, y así, esa oración unida a Mí, llegará al Trono de la Santísima Trinidad y se hará efectiva en su momento. Yo, Jesús tu Salvador, te hablo.
Di a Mis hijos los sacerdotes que bendigo cada acción que hagan por Mí y por Mi Reino. Diles que el bien que desean hacer a las almas Yo lo bendigo para que sea fructífero, y que nunca se desalienten a la vista de los acontecimientos nefastos que pueden suceder en la Santa Madre Iglesia, porque Yo estoy al tanto de todos y no consentiré que el mal la invada más allá de lo que Yo permita. Nadie, absolutamente nadie, ni el más poderoso de la tierra, puede vencerme, ni vencer a Mi Santa Iglesia, por eso, habrá mal, sí, pero el mal no vencerá porque Yo lo vencí con Mi muerte y resurrección y no podrá volver a matarme de nuevo (1)
Quieren los conspiradores quitarme de en medio y anularme en Mis fieles y en Mis clérigos, pero solo vencerá el mal en aquellos clérigos que no Me pertenecen porque Me vendieron hace tiempo por su reputación, su placer, el dinero, o su egoísmo. Así pues, hijos Míos, servidores de Dios, sacerdotes santos, no temáis las malas noticias contra el Papa, contra Mi Iglesia, Yo vigilo y Mi Madre protege a todos que de corazón Me pertenecen. El Papa sufre y sufrirá, pero eso le ayuda a crecer en méritos y en santidad y a comprender mejor el misterio de Mi Pasión, pero sí hijos Míos, rezad mucho por él, para que el Maligno al escupirle su rabia no lo hunda, porque vuestras oraciones son poder y fuerza para Mi Cabeza, el Papa. Yo, Jesús, os hablo.
Recibid Mi bendición y Mi amor y no os olvidéis de que Yo estaré con vosotros hasta el fin del mundo. Jesús de Nazaret, os habla.
(1) Entiendo que se refiere a quitarlo de nuestras vidas y pensamientos.
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