Sinsabores y amarguras son circunstancias que tendrá que padecer todo aquel que Me siga en los tiempos de confusión y contradicción. Yo, Jesús, os hablo.
Hay muchos cristianos que Me son fieles y Me honran todo el día, desde que se levantan hasta que se acuestan. Son almas en las que Me recreo por su limpieza de corazón, por su desapego de las cosas terrenales, por su amor inmenso hacia Mí. Almas que están en todos los puestos de trabajo, incluso en los Ministerios y cargos políticos. Almas que no quieren notoriedad, ni protagonismos y caminan hacia la Casa del Padre sin ruido, serenamente, pero con firmeza, porque Me son fieles hasta en lo más insignificante.
Esas almas son el consuelo de Mi Santa Madre que al ver lo que Me aman, y su fidelidad, se le llena Su Corazón Inmaculado de alegría. Esas almas en tiempos de confusión y contrariedad universal en la Santa Madre Iglesia sufrirán sinsabores y amarguras, no más de lo que Yo quiera permitir, y serán almas que alcanzarán grandes niveles de santidad, porque su fidelidad cotidiana a Mí, unida a los sinsabores y amarguras, les hará crecer en santidad y virtud como no se pueden imaginar.
Yo las contemplo cada día y las protejo celosamente del mal generalizado y del mal personal, y cuando les llegue la prueba, como están tan acostumbradas a serme fieles, la superaran sin dificultad, con la ayuda de Mi divina gracia. Superar sin dificultad no quiere decir que estarán exentas de sufrimientos, porque sufrirán por lo que harán con Mi doctrina, Conmigo y Mi Eucaristía, y por las verdades y dogmas de la Iglesia Católica que negarán, que modificarán y manipularán para cambiar o deformar de tal forma Mi Evangelio que no parecerá ni sombra de lo que es.
Yo, Jesús, Vuestro Salvador, os hablo, os instruyo y os aviso. Mi paz sea siempre con todo aquel que Me ama y cree en Mí y en Mi Evangelio.