El Cielo es un lugar de dicha inmensa. Allí todos los bienaventurados gozan constantemente de paz y alegría inmensas. Cada día que pasa es un día nuevo, porque en el Cielo nada es igual, cada día es diferente y no existe la rutina.La contemplación de Dios cada uno según la medida de perfección que ha alcanzado, la contemplación de María Santísima, la contemplación de los Ángeles bellísimos, hermosos, con sus cantos celestiales, de alabanza a Dios constante, la contemplación de los bienaventurados ya purificados, es algo inefable y único. Bien dijo San Pablo que ni ojo vio, ni oído oyó lo que Dios tiene preparado para los que le aman (1 Cor 2,9)
De ahí, almas queridas, que Dios quiera salvaros, porque El lo que quiere es haceros participes de estos gozos que no existen en la tierra, y que no pueden alcanzar vuestras mentes.Yo Soy el Espíritu Divino de Dios, Espíritu de Sabiduría y Amor. Os hablo para que comunicándoos la belleza de las cosas celestiales, tengáis deseos y ánimos de quererlas poseer. Solo el pecado y la negación de Dios os evitaría de gozar tan grande dicha, y es una dicha que nunca tendrán fin.Allí no tendréis nunca hambre, ni sed, ni frío, ni calor, allí no os costará mover vuestro cuerpo, porque se convertirá en un cuerpo ágil, cuando resucite y veloz. El Cielo es un cúmulo de maravillas para todos los sentidos. Para la vista por la contemplación y belleza de Dios; para los oídos por las melodías celestiales irrepetibles, siempre diferentes, a cual mas bella; por el olor de toda clase de aromas riquísimas y suaves que penetran en el interior.
Todos los sentidos gozan en plenitud los deleites celestiales, aunque cada uno llegue a la medida que según sus méritos les alcanzó, por eso, todo lo bueno que hagáis en la tierra se traducirá en gloria celestial. Y nada da mayor gloria que el amor que le tengáis a Dios y el bien que hagáis a las almas.Almas queridas, oíd la voz del Espíritu Divino. Yo Tercera Persona de la Santísima Trinidad.