Los carismas son dones que el Cielo da a determinadas almas gratuitamente, y de los que se les pedirá cuenta de cómo los empleen. Yo, Espíritu Divino, os hablo. No se da un carisma a un alma porque sea santa, más bien se da para que llegue a serlo, pues el carisma es un servicio que hace al Cielo, y del que como ya he dicho, se le pedirá cuentas.
Hay personas que gracias a los carismas se santifican y viven una vida de entrega y dedicación a Dios, porque son fieles y dóciles a lo que el Cielo les pide. Pero hay otras que el carisma las llevan a acciones de perdición porque buscan más su gloria que la de Dios y se envanecen y cometen errores en sus comunicados porque ha entrado en ellas el “espíritu de vanagloria” y su amor propio y, reciben comunicados erróneos que nada tienen que ver con los del Cielo. Yo, Espíritu de Dios, os hablo.
El carisma es un medio que el Cielo pone a las almas que tienen determinadas misiones para que cumplan más perfectamente esa misión. Y lo mismo que a toda obra de Dios no le faltará sinsabores, ni sufrimientos, el Cielo equilibra la balanza –en cierto modo- dándoles determinados dones para cumplir mejor lo que Dios les pide.
Hijos de Dios, no debéis tener celos a quienes tienen carismas, porque esos dones no les pertenecen ni les fueron dados por méritos propios, y lo mismo que Dios los dio, de igual modo los puede quitar. Pero rezad mucho, mucho, por la persona que tiene un carisma, porque el demonio la ataca en todos los aspectos y desea anular en ella el carisma para que no cumpla la voluntad de Dios. Y aunque el Cielo escoge a los instrumentos, no por eso les anula su libre albedrío, ni su voluntad, y sigue dejando al alma en libertad aunque le haya concedido un don o varios.
El alma que tiene dones debe abajarse ante Dios Altísimo y reconocer su indignidad ante el don concedido, y debe dar gracias por ello y a la vez pedir siempre que el don sea para gloria de Dios, el bien de las almas y suyo propio. Yo, Espíritu de Dios, os hablo.
No todo el que tiene dones son auténticos instrumentos del Cielo, pues de ahí, que debéis analizar bien los comunicados y ver si son de Dios, del mundo, del amor propio o copiados de otros instrumentos, es decir, analizar si son de Satanás. Yo, Espíritu de Dios, os hablo.
Quien de verdad reconoce que tiene (inmerecidamente) un don concedido por el Cielo, agradece este don y lo ama, pero no se apega a el porque sabe que son dones prestados por el Cielo y que no le pertenecen. Yo, Espíritu de Dios, os hablo y os instruyo.
Hay personas que gracias a los carismas se santifican y viven una vida de entrega y dedicación a Dios, porque son fieles y dóciles a lo que el Cielo les pide. Pero hay otras que el carisma las llevan a acciones de perdición porque buscan más su gloria que la de Dios y se envanecen y cometen errores en sus comunicados porque ha entrado en ellas el “espíritu de vanagloria” y su amor propio y, reciben comunicados erróneos que nada tienen que ver con los del Cielo. Yo, Espíritu de Dios, os hablo.
El carisma es un medio que el Cielo pone a las almas que tienen determinadas misiones para que cumplan más perfectamente esa misión. Y lo mismo que a toda obra de Dios no le faltará sinsabores, ni sufrimientos, el Cielo equilibra la balanza –en cierto modo- dándoles determinados dones para cumplir mejor lo que Dios les pide.
Hijos de Dios, no debéis tener celos a quienes tienen carismas, porque esos dones no les pertenecen ni les fueron dados por méritos propios, y lo mismo que Dios los dio, de igual modo los puede quitar. Pero rezad mucho, mucho, por la persona que tiene un carisma, porque el demonio la ataca en todos los aspectos y desea anular en ella el carisma para que no cumpla la voluntad de Dios. Y aunque el Cielo escoge a los instrumentos, no por eso les anula su libre albedrío, ni su voluntad, y sigue dejando al alma en libertad aunque le haya concedido un don o varios.
El alma que tiene dones debe abajarse ante Dios Altísimo y reconocer su indignidad ante el don concedido, y debe dar gracias por ello y a la vez pedir siempre que el don sea para gloria de Dios, el bien de las almas y suyo propio. Yo, Espíritu de Dios, os hablo.
No todo el que tiene dones son auténticos instrumentos del Cielo, pues de ahí, que debéis analizar bien los comunicados y ver si son de Dios, del mundo, del amor propio o copiados de otros instrumentos, es decir, analizar si son de Satanás. Yo, Espíritu de Dios, os hablo.
Quien de verdad reconoce que tiene (inmerecidamente) un don concedido por el Cielo, agradece este don y lo ama, pero no se apega a el porque sabe que son dones prestados por el Cielo y que no le pertenecen. Yo, Espíritu de Dios, os hablo y os instruyo.