Todos los días de vuestra existencia están en el presente eterno de Dios, y no hay ni un solo día, que no tenga presente, ni bueno, ni malo. Dios Todopoderoso sabe lo que hicisteis en cada instante de vuestra vida, desde que fuisteis engendrados hasta el último aliento. Yo, Espíritu de Dios, os hablo.
Una palabra dicha con amor a Dios queda registrada, un acto de amor queda registrado, una blasfemia queda registrada, todo queda registrado en los anales del Cielo y no se pierde ni se borra nada. Por eso, el mal que hicisteis en la tierra, podéis y debéis repararlo con el bien que mientras viváis podéis hacer, y de esta forma, procurar que la balanza del bien pese más en vuestras vidas que la balanza del mal. Yo, Espíritu de Dios, os hablo y os instruyo.
Cada cual recibirá según sus obras, y la gloria eterna será según el bien que hizo y según los frutos que sucedieron a ese bien. Cada cual procure revisar su vida y hacerla santa en todos los aspectos por insignificantes que sean, porque ese bien, quedará registrado y compensará el mal que hicisteis o el bien que dejasteis de hacer.
Todo es importante bajo la mirada de Dios Altísimo, la forma de hablar, las palabras que se dicen, las composturas, la forma de vestir, de rezar, de oír misa o de celebrarla, todo, todo, es importante, porque si vierais las cosas como las ve Dios Altísimo, quedaríais sorprendidos de lo que viéseis, pues no escapa a la mirada del Todopoderoso ni un respiro que se haga por amor a El o en contra de El. Yo, Espíritu Divino, os hablo y os instruyo.
Invocadme hijos a menudo, para que Mi luz no os falte ni Mi sabiduría. Todos necesitáis de Mi luz y consejo, por eso, invocadme a menudo. Yo, Espíritu de Dios, os hablo y os bendigo.