Los días terrenales son días que pasarán, pero los días celestiales o infernales, no pasarán, porque son días eternos. Un día terrenal dura 24 horas, pero no es así el día de la eternidad que no tiene fin, y nunca se termina.
Deberíais adentraros más en vuestro interior y pensar todas estas cosas, que se os dan, para que las reflexionéis. No vivís más que para consumir, para el placer carnal, la comida, la bebida y el dinero. No hay ni una de esas cosas que os pueda dar el Cielo, pero vosotros, almas queridas, las escogéis y las anteponéis a los valores del Cielo.
Yo os doy a veces a muchos de vosotros tribulaciones y pruebas para salvaros, pero no todos los sabéis superar, porque renegáis de Mí, renegáis del Cielo y renegáis de todo. Un Padre nunca dejaría perderse a un hijo, si estuviera en sus manos salvarlo. En Mi mano, Yo, Padre Eterno, está el salvaros, y los méritos de Mi Unigénito, son un tesoro infinito para vuestra salvación. Pero exijo que una mínima parte pongáis vosotros de vuestra cuenta. No puedo regalaros la salvación, pues dejaría de ser un Dios justo. Vosotros tenéis que poner lo que os corresponde y Mi gracia, junto con vuestra aportación, os ayudará.
Yo Soy un Dios de misericordia y, Mi misericordia es una abismo insondable. Nadie en su mente humana puede alcanzar la grandeza de este atributo. Ved como por misericordia a vosotros, mandé a Mi Unigénito a redimiros, y la Redención, la hizo en los mas atroces tormentos físicos y morales. ¿Haríais eso vosotros? ¿Mandaríais a vuestros hijos a salvar a quienes os ofendieron?
Contemplad Mi misericordia y aprended cuan grande es. No tiene límites, ni fin, pero Soy también un Dios justo, y no puedo dar a todos lo mismo, no puedo dar al pecador empedernido y que peca maliciosamente, lo mismo que a un fiel cristiano, que se esfuerza en levantarse tantas veces como cae. Y exijo de vosotros vuestra colaboración para salvaros, porque si vosotros no ponéis lo imprescindible, cerráis todas las puertas a Mi gracia y a las oraciones universales que se hacen por la salvación de las almas. Yo, Padre Eterno, Dios de misericordia, os hablo.
No rechacéis, hijos Míos, la gracia de este medio por el que os recuerdo, que tenéis que poner de vuestra parte lo imprescindible, por poco que sea, para entrar en el Reino de los Cielos. Os doy Mi bendición eterna, Yo, el Padre Celestial de todos vosotros.
Deberíais adentraros más en vuestro interior y pensar todas estas cosas, que se os dan, para que las reflexionéis. No vivís más que para consumir, para el placer carnal, la comida, la bebida y el dinero. No hay ni una de esas cosas que os pueda dar el Cielo, pero vosotros, almas queridas, las escogéis y las anteponéis a los valores del Cielo.
Yo os doy a veces a muchos de vosotros tribulaciones y pruebas para salvaros, pero no todos los sabéis superar, porque renegáis de Mí, renegáis del Cielo y renegáis de todo. Un Padre nunca dejaría perderse a un hijo, si estuviera en sus manos salvarlo. En Mi mano, Yo, Padre Eterno, está el salvaros, y los méritos de Mi Unigénito, son un tesoro infinito para vuestra salvación. Pero exijo que una mínima parte pongáis vosotros de vuestra cuenta. No puedo regalaros la salvación, pues dejaría de ser un Dios justo. Vosotros tenéis que poner lo que os corresponde y Mi gracia, junto con vuestra aportación, os ayudará.
Yo Soy un Dios de misericordia y, Mi misericordia es una abismo insondable. Nadie en su mente humana puede alcanzar la grandeza de este atributo. Ved como por misericordia a vosotros, mandé a Mi Unigénito a redimiros, y la Redención, la hizo en los mas atroces tormentos físicos y morales. ¿Haríais eso vosotros? ¿Mandaríais a vuestros hijos a salvar a quienes os ofendieron?
Contemplad Mi misericordia y aprended cuan grande es. No tiene límites, ni fin, pero Soy también un Dios justo, y no puedo dar a todos lo mismo, no puedo dar al pecador empedernido y que peca maliciosamente, lo mismo que a un fiel cristiano, que se esfuerza en levantarse tantas veces como cae. Y exijo de vosotros vuestra colaboración para salvaros, porque si vosotros no ponéis lo imprescindible, cerráis todas las puertas a Mi gracia y a las oraciones universales que se hacen por la salvación de las almas. Yo, Padre Eterno, Dios de misericordia, os hablo.
No rechacéis, hijos Míos, la gracia de este medio por el que os recuerdo, que tenéis que poner de vuestra parte lo imprescindible, por poco que sea, para entrar en el Reino de los Cielos. Os doy Mi bendición eterna, Yo, el Padre Celestial de todos vosotros.