miércoles, 25 de junio de 2008

El alma humilde atrae muchas gracias del Cielo. Yo, Miguel Arcángel, os hablo

Siempre es necesario ser conscientes de vuestra propia miseria, porque el alma humilde, atrae muchas gracias del Cielo, Yo, Miguel Arcángel, os hablo.

El pecado de Satanás fue la soberbia, y su soberbia, lo perdió eternamente junto a las miríadas y miríadas de ángeles, que cayeron en el abismo eterno.

Yo soy el Príncipe Celestial que me alcanzó este cargo por mi humildad y celo por defender a Dios Todopoderoso. Satanás me odia por mi humildad y mi servicio a Dios. No soporta la humildad, por eso, a un alma que no es humilde la gana muy pronto porque no tiene que esforzarse demasiado para dominarla.

Hijos de Dios Altísimo, la humildad es algo que agrada tanto a Dios Altísimo que María Reina Nuestra y Señora, Madre de las almas, subió adonde está por su humildad y bajeza.

En el alma humilde anidan muchas más virtudes que se derivan de esta virtud inigualable y que Cristo, la tuvo en grado sumo y cuya humildad nadie ha excedido jamás. Así pues, hijos de Dios, practicad en vuestro entorno esta virtud excelente que os traerá, toda clase de bienes, pues carecer de esta virtud os trae también males y consecuencias terribles, pues Caín hijo de Eva, por su falta de humildad fue un homicida ya que la envidia le hizo matar a su propio hermano. Si el hubiera aceptado humildemente lo que tenía, no hubiera llegado a esas consecuencias trágicas y dolorosas que llegó. Yo soy Miguel Arcángel.

Invocadme hijos de Dios Altísimo en vuestras tentaciones. Invocad a vuestros Santos Ángeles Custodios, ellos ya han superado su prueba y están para ayudaros a vosotros en las vuestras. Así pues, hijos de Dios Altísimo, sed humildes y aceptaros tal y como sois, aceptando lo que Dios os de cada día, unas veces más y otras menos, pero aceptad los bienes que tenéis sin desear los de otro, porque esa envidia y esa falta de conformidad, os traerá males (1) muy grandes.

Si sois humildes no seréis viles porque aceptareis lo que tengáis y aceptareis lo que Vuestro Padre Celestial dispone para vosotros. Yo soy Miguel Arcángel, Príncipe Celestial quien os habla y os instruye. La paz de Dios Altísimo para todos vosotros hijos de la Santa Madre Iglesia.

(1) Entiendo que son sobre todo, males espirituales.