El tiempo terrenal siempre pasa. Pasan los dolores y los sufrimientos, pasan las amarguras, las enfermedades, todo pasa en esta vida, porque todas las cosas tienen un final, pues con la muerte todo termina. También pasan los placeres, los buenos momentos, los deleites, el bienestar, pues con la muerte todo se termina y todo cesa.
Pero aquel que se muere, su espíritu no termina y sigue viviendo en la eternidad que según sus obras le mereció. Si estuvo con Dios: el bien eterno, si estuvo con Satanás: el mal eterno y ese estado ya no pasará jamás, porque la vida del alma es inmortal y dura para siempre en la eternidad. Yo, Jesús, os hablo.
Que alegremente vivís sin pararos a pensar que en un instante podéis morir y no estáis preparados para ello. Y aunque no muráis repentinamente, sabéis que la vida tiene un final, y que cada día que pasa, es un día menos que tenéis de existencia.
La eternidad no pasa nunca y en el estado en que os encuentre la muerte de pecado o de gracia, en ese estado, pasareis la eternidad con su correspondiente merecimiento de Cielo o Infierno, porque el Purgatorio, es para lo que sin merecer el infierno necesitan purificarse para entrar en el Cielo limpios de toda mancha, purificados debidamente de los pecados que en esta vida no fueron satisfechos totalmente. Yo, Jesús, os hablo.
Debéis pues, hijos Míos, grabaros esta lección que os doy para que no seáis de los que entréis en la eternidad en estado de pecado grave y podáis salvaros aunque tengáis que purificaros. Hijos Míos, Yo morí por vosotros y lo haría de nuevo, por eso, no quiero que os perdáis para siempre, deseo que en Mi gloria estéis Conmigo gozando del premio eterno que Mi Padre Celestial ha dispuesto, para todo aquel que Me ama y supera la prueba de esta vida terrenal. Yo, Jesús, os hablo y os instruyo.