jueves, 13 de noviembre de 2008

Tenéis que hablar en verdad. Cristo era Verdad y todo aquel que sea de Cristo deber ser tambien verdad

La sinceridad es una virtud que agrada a todo el mundo, incluso a quien la practica. Yo, Espíritu Divino, os hablo.

Ser sincero es ser humildes y leales porque ser sinceros es decir las cosas tal y como se sienten en el corazón, sin rodeos, sin eufemismos ni disfrazando la verdad de otra cosa. Pero no todo el mundo sabe ser sincero, porque hay almas que creen que ser sincero es decir agresivamente los defectos ajenos, o hacer destacar sus fallos y faltas. Yo, Espíritu Divino, os hablo.

Hijos de Dios, Cristo era sincero, decía la verdad por dura que fuera, y hablaba siempre en verdad a todo el que lo escuchaba. Denunciaba a los escribas y fariseos su forma de ser hipócrita y hasta inhumana, les decía la verdad sin importarle el juicio que de El hicieran, porque El no deseaba ganar adeptos para Si Mismo, sino que deseaba ganar almas para el Cielo y con Su verdad trataba de hacer ver en el error en que vivían y trataba de hacerles cambiar. Cristo era la misma Verdad. Vosotros almas de Dios si sois realmente de Dios también tenéis que decir la verdad, no para herir a vuestros prójimos, sino para abrirles los ojos ante el error en que se encuentren. Decir la verdad es ser valientes, es reivindicar los derechos de Dios, es tratar de ayudar a quienes caminan en tinieblas. Yo, Espíritu de Dios, os hablo.

Cristo era Verdad y todo aquel que sea de Cristo deber ser también verdad, cada cual según su preparación y según sus circunstancias, porque si en vuestro camino se cruza alguien que anda equivocadamente hacia la eternidad y no se lo advertís, tendréis pecado de omisión por ello. Ayudaros unos a otros con amor y misericordia, pero siempre, siempre en la verdad de Cristo.

Si alguien viniera a pediros explicaciones de algo que no entiende, algo que vosotros supierais, con que afán muchos de vosotros y vosotras se las daríais, y aun viéndolo en apuros, aunque no os las pidiera, sin duda, que también se las dabais, porque pudiendo solucionarle el problema, os daría lástima si no lo hicierais. Pues bien, las cosas materiales se quedan en la tierra, pero las celestiales perduran eternamente.

Tenéis que hablar en verdad a quienes se equivocan a quien vive sin casarse, a quien hace fraude, a quienes no van a trabajar por enfermedades que no existen realmente, debéis hablarles según el Evangelio de Cristo y hacerles ver lo que es pecado y lo que no. Ya se que todo esto es difícil para vosotros y os produce respetos humanos, pero si Me pedís a Mi la gracia de saber decir la verdad a las almas que van por sendas de perdición, Yo, Espíritu de Dios, no os la negaré, así pues hijos de Dios, pedidme a Mí, Espíritu de Verdad, esta gracia de saber exhortar a las almas que equivocadamente, caminan por sendas de perdición. Yo, Espíritu de Dios, os hablo.