domingo, 7 de septiembre de 2008

Yo Soy un camino directo hacia el Cielo, así lo ha querido la Santisima Trinidad

Los ratos que cada alma pase ante un Sagrario, son ratos celestiales que el Cielo le otorga, porque las almas que van a adorar a Mi Divino Hijo en Su Eucaristía, son almas movidas por el Espíritu Santo, y son almas, que han encontrado el verdadero camino y el más recto para llegar a la eternidad y superar toda clase de pruebas. Yo, María Santísima, os hablo.

Las almas que viven entregadas a Dios, deben conservar esta entrega a través de la oración y de los ratos de Sagrario, porque allí, en el Sagrario y lo mismo a través de la oración, reciben luces y fortaleza para las empresas celestiales y para crecer en santidad y gracia de Dios.

Ningún santo verdadero ni los canonizados, ni los no canonizados, dejaron la oración, porque si en sus vidas no hubiera habido ratos de Sagrario y tiempo de oración, ellos se hubieran quedado en criterios humanos, pero no hubieran entendido los criterios divinos y no hubieran podido hacer cosas sobrenaturales, porque la oración es el hilo directo por el que se comunica el Cielo, no es el único, pero la oración es el más directo. También está la Palabra de Mi Divino Hijo y la Palabra de (los) Profetas del Antiguo Testamento, libros santos y conferencias u homilías que son inspiradas por el Espíritu Santo.

Hijos Míos, Yo Soy un camino directo hacia el Cielo, así lo ha querido la Santísima Trinidad, por eso, quien Me imita o se acoge abandonándose en Mis brazos, también ha escogido un camino recto hacia la eternidad y sin obstáculos, porque Yo, Madre de todos los cristianos, ya procuraría llevarle por sendas de Dios y quitarle los obstáculos para encaminarlos a la Gloria Santa. Yo, María Santísima, os hablo.

La paz de la Santísima Trinidad esté con todos vosotros. Sed hijos Míos, santos e irreprochables en vuestras conductas, no solo apostólicas, sino también, en otros campos como el familiar y el profesional. Yo, María de Nazaret, os hablo.