viernes, 19 de diciembre de 2008

Toda alma que se ponga a rezar y se ponga ante la presencia de Dios, debe ser consecuente ante el Ser Supremo a quien se dirige

Te digo hija Mía que cuando reces lo hagas con más esmero y con más delicadeza, puesto que la oración te pone en la presencia de Dios. Yo, Jesús, te hablo. Toda alma que se ponga a rezar y se ponga ante la presencia de Dios debe ser consecuente ante el Ser Supremo a quien se dirige, pues Dios es el Ser más grande que existe y que nadie, ni toda la humanidad junta podrá nunca igualar, ni comparar.

Los rezos son actos de amor que se dan a Dios y son súplicas que se hacen al Sumo Hacedor, de ahí, que los rezos deben hacerse con composturas recatadas, y sin correr, pensando y meditando lo que se dice, pues van dirigidos al Ser Supremo y este Ser, Dios Todopoderoso, los escucha, y los recibe. Yo Jesús Vuestro Salvador, os hablo.

Cada vez que os pongáis a rezar invocad a Mi Santo Espíritu para que El en el rezo os de luz y fervor y para que el espíritu del mal se aparte de vosotros, ya que el Espíritu Divino y el espíritu del mal, no pueden estar en el mismo sitio. Invocando a Mi Santo Espíritu desplacéis de vuestro entorno a todos los malos espíritus que mientras rezáis quieren acercarse para distraeros, molestaros, o para sugeriros ideas o cosas que nada tienen que ver con el rezo.

Ved hijos Míos que Mi Madre Santísima rezaba como un ángel en total recogimiento y consciente de lo que Ella rezaba. Su oración era valiosísima por las disposiciones en que la hacia. Era tal su oración que Mi Padre Eterno la esperaba y la recibía con gran anhelo, pues Ella le daba gloria en sus oraciones practicando toda clase de virtudes, entre ellas la fe, la esperanza y la caridad que las tenia en plenitud, y cuanto más oraba Mi Madre, Mi Padre Eterno, más la enriquecía dándole toda clase de gracias celestiales.

A ti hija Mía te lo digo también, que tus rezos sean más conscientes hacia el Ser a quien te diriges y tus composturas lo sean también, y aunque se hija Mía que rezas con el corazón, debes centrarte más en los que rezas y no distraerte con nada. Yo, Jesús, Tu Salvador, te hablo.

Hijos Míos, os enseño para que seáis santos ante la mirada de Mi Padre Celestial, para que vuestras oraciones y súplicas vayan revestidas de las disposiciones que Mi Padre requiere, y deseo, que aunque seáis humanos os esforcéis en rezar como si fuerais ángeles o como lo hacia Mi Santa Madre. Yo Jesús, Vuestro Salvador, os hablo. Mi paz a todo aquel que lee estos escritos y los cree.