lunes, 23 de noviembre de 2009

Dictado del 21-11-09


Los juicios de Dios son inmutables y son desde toda la eternidad. Yo, Espíritu Divino, os hablo.


Las almas desean santificarse y ganar la Vida Eterna, pero son muchos lo que no aceptan el camino por el cual Dios les lleva, e ignoran que el camino que Dios les eligió es el más perfecto para ellos y su santificación. Yo, Espíritu de Dios, os hablo.


Hijos Míos, que sabiduría tan grande tiene un alma cuando se conforma y acepta la voluntad de Dios. Pretender eludirla es engañarse, y es privarse a sí mismo de méritos y virtudes cuyos frutos serán eternos. Yo, Espíritu de Dios, os hablo.

Vuestro Padre Celestial sabe desde antes que os creara el camino más adecuado para regresar a El y vivir eternamente en gozo, aportando los méritos que en esta vida conseguisteis, y el mayor de todos, es aceptar incondicionalmente la voluntad de Dios, porque es para cumplir esa voluntad para lo que os creó y os otorgó los valores o aptitudes que tenéis. Y lo mismo que una bicicleta no está hecha para llevar grandes cargas, así el que cumple la voluntad de Dios está poniendo en uso la capacidad o talentos que Dios le dio y para lo que se los dio. Yo, Espíritu de Dios, os hablo.

Pensáis muchos mezquinamente que Dios se ensaña con vosotros y os pide lo que más os cuesta, pero cualquier camino en esta vida tiene sus sinsabores y sus pesares, por eso, aceptad diligentemente el camino para el que Dios os eligió y os creó y veréis como el premio que os espera al hacer Su divina voluntad es único y meritorio.

Debéis educar desde pequeños a los niños en la importancia de cumplir la voluntad de Dios, porque no enseñarles esto es privarles de un bien que puede ser eterno. No hay que hacerse violencia, ni atribularse por cumplir la voluntad de Dios sea el camino que sea, más bien, hay que abandonarse en Sus brazos y aceptar cada día lo que Vuestro Padre Celestial ha dispuesto para cada alma en particular.

Así pues hijos de Dios, pedid en vuestras oraciones este discernimiento de conocer cada día la voluntad de Dios, y tened la esperanza, la certeza, de que en la otra vida veréis los frutos y la bienaventuranza que os ganó el cumplimiento de Su divina voluntad. Yo, Espíritu de Dios, os hablo y os instruyo. La paz de Dios Altísimo sea siempre con todos.