Ave Maria de Nana Mouskouri
La dulzura es algo que pocas personas tienen. Hoy día se tiende a ser déspota y decir las cosas con dureza y descaro. Son contadas las personas dulces. Si hay un accidente de tráfico en vez de solucionar el asunto amigablemente, se encaran, se insultan y se dicen toda clase de improperios.
Yo Soy Maria la Dulce por antonomasia. Yo Soy la Bondad hecha carne. Nadie como Yo fue tan dulce y bondadosa. Yo perdoné a los enemigos de Mi Hijo y lo hice bondadosamente. Yo Soy Maria Inmaculada, la Hija que el Padre miraba complaciente, y quiero hijos Míos, que vosotros que Me rezáis, que Me alabáis, que me honráis, seáis dulces unos con otros.
Más Me honra un acto de dulzura hacia vuestro prójimo que un avemaría rezada asiduamente. Yo os pido que Me imitéis en todas Mis virtudes, porque Soy Vuestra Madre y los hijos deben parecerse a su Madre. Si decís que Me amáis y Me honráis con el rezo del Santo Rosario, y luego no toleráis a vuestro prójimo, ni aguantais sus defectos, no sois dignos hijos de Mi.
Yo soporté duras pruebas en Mi vida. La huida a Egipto, la escasez de bienes, la incertidumbre porque buscaba Herodes a Mi Hijo para matarlo, el dolor de la muerte de los Santos Inocentes, Yo padecí muy duras pruebas y nunca perdí Mi dulzura. Todo se lo ofrecía al Padre Celestial y pedía incesantemente por los enemigos de Mi Hijo, desde que lo buscaba Herodes, hasta el día de la Crucifixión. Yo soporte perder a Mi Hijo aun infante, durante tres angustiosos días y veía a mi esposo José sufrir por el Niño y por Mí y, nunca le eché nada en cara por no aumentar su dolor pues se sentía culpable, no siéndolo.
Yo fui la Dulce Mujer que en cada amargura de la vida, no perdía su dulzura ni Me dejaba influenciar por el dolor, de forma, que nunca nadie notó las copas amargas que en Mi Vida, tuve que beber.
Hijos míos, amaos unos a otros como Mi Hijo os amó. No Me honréis solo el rato del rosario que os lo agradezco, honradme también en vuestras composturas con los demás. En el trabajo, en el hogar, en vuestras comunidades de vecinos, en todo momento que os vean que sois hijos de Maria, hijos Míos. Y como Madre Vuestra que Soy, acudid a Mi en vuestras necesidades, instruid a otros que lo hagan, porque Yo María Soy Madre de Misericordia y si perdoné e intercedí por los crueles enemigos de Mi Hijo, ¿qué no haré por vosotros que Me amáis, aunque a veces tengáis que posponer un poco vuestro genio y malhumor?
Os quiero hijos Míos, Me dais también muchas veces consuelo. Oigo vuestros rosarios con mucho amor y los aplico a lo que me pedís y aun mas. ¡Qué la paz de Mi Divino Hijo, esté siempre con vosotros!
Yo Soy Maria la Dulce por antonomasia. Yo Soy la Bondad hecha carne. Nadie como Yo fue tan dulce y bondadosa. Yo perdoné a los enemigos de Mi Hijo y lo hice bondadosamente. Yo Soy Maria Inmaculada, la Hija que el Padre miraba complaciente, y quiero hijos Míos, que vosotros que Me rezáis, que Me alabáis, que me honráis, seáis dulces unos con otros.
Más Me honra un acto de dulzura hacia vuestro prójimo que un avemaría rezada asiduamente. Yo os pido que Me imitéis en todas Mis virtudes, porque Soy Vuestra Madre y los hijos deben parecerse a su Madre. Si decís que Me amáis y Me honráis con el rezo del Santo Rosario, y luego no toleráis a vuestro prójimo, ni aguantais sus defectos, no sois dignos hijos de Mi.
Yo soporté duras pruebas en Mi vida. La huida a Egipto, la escasez de bienes, la incertidumbre porque buscaba Herodes a Mi Hijo para matarlo, el dolor de la muerte de los Santos Inocentes, Yo padecí muy duras pruebas y nunca perdí Mi dulzura. Todo se lo ofrecía al Padre Celestial y pedía incesantemente por los enemigos de Mi Hijo, desde que lo buscaba Herodes, hasta el día de la Crucifixión. Yo soporte perder a Mi Hijo aun infante, durante tres angustiosos días y veía a mi esposo José sufrir por el Niño y por Mí y, nunca le eché nada en cara por no aumentar su dolor pues se sentía culpable, no siéndolo.
Yo fui la Dulce Mujer que en cada amargura de la vida, no perdía su dulzura ni Me dejaba influenciar por el dolor, de forma, que nunca nadie notó las copas amargas que en Mi Vida, tuve que beber.
Hijos míos, amaos unos a otros como Mi Hijo os amó. No Me honréis solo el rato del rosario que os lo agradezco, honradme también en vuestras composturas con los demás. En el trabajo, en el hogar, en vuestras comunidades de vecinos, en todo momento que os vean que sois hijos de Maria, hijos Míos. Y como Madre Vuestra que Soy, acudid a Mi en vuestras necesidades, instruid a otros que lo hagan, porque Yo María Soy Madre de Misericordia y si perdoné e intercedí por los crueles enemigos de Mi Hijo, ¿qué no haré por vosotros que Me amáis, aunque a veces tengáis que posponer un poco vuestro genio y malhumor?
Os quiero hijos Míos, Me dais también muchas veces consuelo. Oigo vuestros rosarios con mucho amor y los aplico a lo que me pedís y aun mas. ¡Qué la paz de Mi Divino Hijo, esté siempre con vosotros!