jueves, 13 de septiembre de 2007

Dictado del 13-9-07

Quien ama repara. La reparación es algo que debe estar en el plan espiritual de todos los cristianos, pero sobre todo, en la vida espiritual de los sacerdotes. Un sacerdote debe ser otro Cristo en la tierra y de ahí, que la reparación debe se para él, el pan diario que ofrezca a la Santísima Trinidad. Un sacerdote debe tener tal celo, que no pueda vivir sin reparar, porque él, más que nadie, sabe a través del Sacramento de la confesión, los ultrajes que recibimos (Santísima Trinidad) y el estado de las almas.

No solo debe ser “reparador” sino también “mediador” al igual que Cristo, porque sus oraciones y plegarias haciéndolas de corazón, son eficacísimas ante el Trono de la Santísima Trinidad. Es difícil que a un sacerdote se le niegue nada de lo que pide, porque si es otro Cristo en la Tierra y representa a Jesús, Sacerdote Eterno, lo que pida, si lo hace por la gloria de Dios y bien de las almas, es casi imposible que Nosotros la Santísima Trinidad, se lo neguemos. Pero cuando el sacerdote se vuelve del mundo y sus deseos son más mundanos que celestiales, sus plegarias no tienen esa fuerza que tendrían, si viven entregados a Dios y aman su ministerio.

Yo Soy el Espiritu Divino, Espiritu del Padre y del Hijo, Tercera Persona de la Santísima Trinidad. Yo asisto a todo aquel que me invoca, pero sobre todo, asisto a los sacerdotes. Yo los asisto en el confesionario, en las homilías, en las conferencias y en las actividades eclesiasticas que hagan, siempre y cuando, el sacerdote sea mas del cielo que de la tierra y, le importe mas la gloria Nuestra que la suya propia.

Hoy en día es difícil encontrar sacerdotes entregados al cien por cien a Dios, que vivan esa entrega desde que se levantan hasta que se acuestan, pero los hay, y su ministerio es fecundo, lleno de buenos frutos, porque impregnan a las almas del amor a Dios que ellos mismos tienen. ¡Cuánto bien hace un sacerdote solo por ser buen sacerdote! Ya solo su ejemplo edifica a quien lo trata, y al revés, que daño hace un sacerdote negligente, tibio, mediocre.

Pedidme sacerdotes santos, almas queridas, no os canséis de pedir por ellos, Yo os escucho. El cielo os escucha y esa plegaria la antendemos antes que ninguna otra, porque vuestro deseo, es también el Nuestro, ¡que haya sacerdotes santos! Pedidme, sacerdotes de Dios, por vuestros hermanos y compañeros en el ministerio. Si veis a un sacerdote que se tuerce o con peligro de torcerse, vosotros si sois de Dios, con vuestras plegarias, le podéis ayudar inmensamente. ¡Reparad y mediad! Ofrecednos reparación a Nosotros (1) y mediación a las almas, dos ingredientes que nos os pueden faltar, y que tienen que ser en vuestros ministerios, los motores que os muevan.

Yo, Espiritu Santo, os doy Mi luz y Mi paz. Alabado sea Dios.


(1) Cada vez que dice Nosotros, se refiere a la Santisima Trinidad