Son muchos, hija Mía, que en estos días de contemplación de los sublimes misterios, Me atacan y pecan deplorablemente, riéndose de Mi nacimiento y de Mi Santa Madre que fue virgen en el parto, y antes y después del parto. Atacan a Mi Madre ensañándose con Ella como consecuencia del alcohol y de los excesos que le dan al cuerpo, que hacen que pierdan el control y se mofen del santo misterio de Mi nacimiento y la forma milagrosa con que Mi Madre Me alumbró. Yo, Jesús, os hablo.
Ya ves, hija Mía, que te hablo entristecido, pues cuando atacan a Mi Santa Madre el daño que le hacen Me es más doloroso que cuando Me lo hacen a Mí Mismo. Ella cumplió en todo momento la voluntad de Mi Padre, y por ello, toda veneración y gloria que se le de, nunca será suficiente.
Pero cuando la rebajan a una mujer vulgar en que dicen que lo concebido fue obra de comercio carnal, hijos Míos, eso Me duele como no lo podéis imaginar, porque denigran a
El Cielo entero sufre ante las ignominias y descréditos que tenemos que oír con respecto a
Yo podría secar inmediatamente la lengua del que así habla, pero hijos, prefiero que vosotros mismos, pequeños grupos de oración, Mis pequeños y sencillos fieles, reparéis por estas ignominias y ofrezcáis al Corazón Inmaculado de Mi Madre, cuanta reparación os venga en mente, junto con alabanzas y cánticos que la honren. Yo, Jesús, os hablo.
Quien amorosamente y no por rutina así repare a Mi Madre, no será Ella sino Yo Mismo quien lo considerará, y en el ultimo instante de su vida, no permitiré que Satanás le gane la batalla final. Porque si conscientemente honró a mi Madre y reparó sus ignominias, cuando no tenga consciencia seré Yo el que velará para que esa alma no se pierda. Yo, Jesús, os hablo y os espero en ese día que habéis escogido para la reparación. Allí estaremos Mi Madre y Yo aunque invisibles, recibiendo vuestros rezos y cánticos. Yo, Jesús, os hablo y os bendigo.