viernes, 5 de octubre de 2007

Dictado del 5-10-07

Hijos míos, hoy es un día especial para Mi Corazón. Porque hoy Primer Viernes de mes, se conmemora Mi Muerte en la Cruz, vuestra Redención. Cuantas lágrimas y dolores de toda índole nos costaron a Mi Madre y a Mí redimiros. No hay dolor en el mundo que Yo no haya padecido. La traición, el desprecio, la ignominia, la blasfemia, todos hijos míos, todos los dolores humanos, humillaciones y vejaciones del mundo, Yo los padecí por amor a vosotros. Y vosotros, almas amadas, que poco soportáis por Mi y Mi Santa Madre.

Apenas tenéis una pena o amargura buscáis consuelo en amigos, sicólogos y no sufrís pacientemente la pena que padecéis. Yo busqué consuelo y no lo encontré. Ver a Mi Madre padecer como padeció, aumentaba Mis sufrimientos, pero Ella no buscó consuelo en nadie, su mirada clavada en Mí, Me daba consuelo y amor verdadero.

Yo Soy Jesús de Nazaret, Hijo del Altísimo. Un suspiro Mío, hubiera valido para redimiros, pero quise demostraros en Mi propia Carne, el valor del sufrimiento, medio que Yo escogí para la Redención. Muchos cristianos creen que porque Yo era Dios, no padecí y que los sufrimientos los apagaba con Mi Divinidad. No hijos, no, Yo padecí en Mi Carne y en Mi Espíritu como si solo hubiera sido hombre, pues a vosotros los hombres redimí y tuve que ser uno mas, para pagar la deuda, (del pecado) pero al ser también Dios, Mis sufrimientos fueron de valor infinito. De ahí, que os pague con ellos la deuda de valor infinito que con el pecado de Adán, tenía la humanidad con Mi Padre.

Yo deseo que este día sea recordado todos los meses en los Primeros Viernes (de mes) de ahí, que os pido que ese día confeséis y comulguéis en honor a Mi Muerte en la Cruz. Y así, haciéndolo con ésta intención, Yo Jesús, Vuestro Salvador, os prometo que si lo hacéis, no moriréis en Mi desgracia (1) Hijos míos, no me pesa nada haber sufrido por vosotros. Lo haría una y otra vez por el amor inmenso que os tengo. No podéis captar en vuestra mente este amor infinito y eterno que os tengo. Meditad hijos queridos este misterio, el misterio de Mi gran amor, que solo en la otra vida lo comprendereis, los bienaventurados para su mayor gozo, los malditos para su mayor sufrimiento, porque también los malditos, los hijos de Satanás, comprenderán muchos misterios de vuestra fe para más penar y mas tortura.

Hijos, Yo os llamo constantemente a la conversión. Os doy medios y gracias sin cesar para ello, pero los desperdiciáis y los dejáis escapar, como se deja escapar el agua de un grifo abierto y no se aprovecha para nada. No tenéis más que una vida y os pido que no la malogréis con vuestros pecados y deseos mundanos. Empezad vuestra conversión. Una vez que empecéis Yo os daré gracias inmensas para que no abandonéis. Pero tenéis que desearla e iniciarla. Es vuestra voluntad la que tiene que tomar el punto de partida. No esperéis un portento para ello, tenéis que decir: Hoy voy a cambiar de vida y poner los medios oportunos para ello, el resto os será más fácil porque no os negaré ninguna gracia que necesitéis para ello.

Si vivís (juntos) sin estar casados, casaos aunque sea en secreto (privado). Si vivís en pecado, dejad de pecar, lavaros en el Sacramento de la Penitencia y confesad todo minuciosamente, para empezar una nueva vida en las sendas de Mi amor y mandamientos. Yo Jesús, os amo y no os dejaré solos en esta empresa, pero proponeros el cambio con firmeza e iniciarlo cuanto antes. Os doy Mi paz por siempre jamás. Jesús de Nazaret.

(1) Esta es la gran promesa del Sagrado Corazón de Jesús de los Nueve Primeros Viernes de mes seguidos.

Confesarse es lavarse

Por medio de los sacramentos el alma se fortalece. Todos los sacramentos son importantes y todos están instituidos para determinados momentos. La confesión de pecados graves y de faltas es necesaria para el alma. Además ayuda al alma a crecer en santidad porque le aumenta la gracia santificante, la repone de las carencias que tenga.

Hoy en día no se valora la confesión y sin embargo, sin ese sacramento no hacen efectos los otros, porque la confesión predispone al alma a que los demás sacramentos sean efectivos. Porque comulgar sin confesar los pecados graves es un sacrilegio y no solo no le aprovecha la comunión, sino que aumenta los pecados que ya tenía, con otro mucho más grave. Y así, todos los demás (sacramentos).

Confesarse es lavarse y si os laváis el cuerpo todos los días, las almas deben lavarse por lo menos, una vez al mes.

Yo Soy el Espíritu de Sabiduría que os instruyo por medio de este escrito. Todos sois pecadores, aunque viváis en estado de gracia. Debéis confesar aunque no tengáis pecados graves, para fortaleceros y prevenir las tentaciones y los pecados. La confesión da fuerza para ello y si alternáis la confesión con otros sacramentos, el sacramento que recibáis unido a la confesión, aun es más eficaz. Así con la Confirmación, el Matrimonio, la Eucaristía, la Unción y otros.

Cada día menos se acude al Sacramento de la Penitencia y es uno de los gravísimos errores que ha inducido Satanás. Porque el sabe que si induce a no confesarse a la gente, las almas tarde o temprano, caerán en errores y engaños, y serán mas vulnerables a las tentaciones y a las caídas.

Vais al medico cuando tenéis alguna dolencia por pequeña que sea y, por los consejos que os da o las prescripciones, saléis tan contentos y satisfechos, pues así es la confesión para el alma, que al exponer vuestras flaquezas al confesor que en ese momento representa a Cristo, saldréis mas satisfechos y purificados.

Exponer vuestras caídas, vuestros fallos aunque siempre sean los mismos os beneficiará, porque soltáis de vuestras almas podredumbre que la manchan.

Ha habido santos que se han confesado diariamente e incluso varias veces al día. Son santos que comprendieron muy bien la trascendencia e importancia de la confesión para el alma.

No vale decir “yo me confieso con Dios” porque Dios quiere que sea así, por medio de un sacerdote y no por medio de El. No es confesión sacramental ni se perdonan los pecados, confesándose solo con Dios, por tanto, no se puede ir a comulgar confesando los pecados graves, solo con Dios.