Los hijos de Dios Altísimo deben distinguirse por su amor entre ellos y no deben echarse en cara ni defectos, ni errores, ni faltas. El cristiano que ama a su hermano en Cristo con benevolencia, caridad y paciencia, es un alma que agrada mucho a Nuestro Dios, porque quien descubre los defectos ajenos y los hace ver a otros, no es un cristiano como Dios quiere que sea, sino que es un vil cristiano que no entiende nada del verdadero cristianismo. Yo, Miguel Arcángel, Príncipe Celestial, os hablo.
Hijos de Dios Altísimo, vuestra caridad mutua debe ser ardiente y paciente. Debéis amaros los unos con los otros como Cristo os mandó, y así, reconocerán que sois Sus discípulos. Y al igual que los primeros cristianos, los de los últimos tiempos, en especial los elegidos para estos tiempos, debéis amaros intensamente y ayudaros mutuamente en vuestras necesidades tanto espirituales y materiales.
No os apeguéis al dinero y a lo que tenéis, porque vuestros enseres y bienes, no os lo podéis llevar a la otra vida, y en nada, os mitigaran las penas que merezcáis por vuestros pecados de acción y omisión. Pero si os desprendéis de esos bienes, es decir, si no os apegáis a ellos, el Dios Altísimo que conoce vuestros corazones, os lo tendrá en cuenta, porque el apego a bienes, riquezas, enseres, fama, posición social u otras cosas terrenales, no son medios que os lleven por los caminos de Cristo que fue pobre y vivió desprendido de todo.
Yo, Miguel Arcángel, siervo del Dios Altísimo, insignificante siervo ante los ojos de la Santísima Trinidad, os traigo este mensaje de amor y sabiduría cristiana.
Hijos de Dios Altísimo, vuestra caridad mutua debe ser ardiente y paciente. Debéis amaros los unos con los otros como Cristo os mandó, y así, reconocerán que sois Sus discípulos. Y al igual que los primeros cristianos, los de los últimos tiempos, en especial los elegidos para estos tiempos, debéis amaros intensamente y ayudaros mutuamente en vuestras necesidades tanto espirituales y materiales.
No os apeguéis al dinero y a lo que tenéis, porque vuestros enseres y bienes, no os lo podéis llevar a la otra vida, y en nada, os mitigaran las penas que merezcáis por vuestros pecados de acción y omisión. Pero si os desprendéis de esos bienes, es decir, si no os apegáis a ellos, el Dios Altísimo que conoce vuestros corazones, os lo tendrá en cuenta, porque el apego a bienes, riquezas, enseres, fama, posición social u otras cosas terrenales, no son medios que os lleven por los caminos de Cristo que fue pobre y vivió desprendido de todo.
Yo, Miguel Arcángel, siervo del Dios Altísimo, insignificante siervo ante los ojos de la Santísima Trinidad, os traigo este mensaje de amor y sabiduría cristiana.