sábado, 16 de febrero de 2008

Nuevo mensaje de San Miguel Arcángel

Los hijos de Dios Altísimo deben distinguirse por su amor entre ellos y no deben echarse en cara ni defectos, ni errores, ni faltas. El cristiano que ama a su hermano en Cristo con benevolencia, caridad y paciencia, es un alma que agrada mucho a Nuestro Dios, porque quien descubre los defectos ajenos y los hace ver a otros, no es un cristiano como Dios quiere que sea, sino que es un vil cristiano que no entiende nada del verdadero cristianismo. Yo, Miguel Arcángel, Príncipe Celestial, os hablo.

Hijos de Dios Altísimo, vuestra caridad mutua debe ser ardiente y paciente. Debéis amaros los unos con los otros como Cristo os mandó, y así, reconocerán que sois Sus discípulos. Y al igual que los primeros cristianos, los de los últimos tiempos, en especial los elegidos para estos tiempos, debéis amaros intensamente y ayudaros mutuamente en vuestras necesidades tanto espirituales y materiales.

No os apeguéis al dinero y a lo que tenéis, porque vuestros enseres y bienes, no os lo podéis llevar a la otra vida, y en nada, os mitigaran las penas que merezcáis por vuestros pecados de acción y omisión. Pero si os desprendéis de esos bienes, es decir, si no os apegáis a ellos, el Dios Altísimo que conoce vuestros corazones, os lo tendrá en cuenta, porque el apego a bienes, riquezas, enseres, fama, posición social u otras cosas terrenales, no son medios que os lleven por los caminos de Cristo que fue pobre y vivió desprendido de todo.

Yo, Miguel Arcángel, siervo del Dios Altísimo, insignificante siervo ante los ojos de la Santísima Trinidad, os traigo este mensaje de amor y sabiduría cristiana.

Dictado del 16-2-08

Los hechos recientes son hechos que Yo provoco (1) para que reparéis con inmenso amor los ultrajes y profanaciones que suceden en la Eucaristía. Así Mi hija Irene ha visto como he sido abandonado en el suelo y a ella le ha dolido ese abandono y la frialdad con que me han tratado. Y así Mi hija Pilar lo mismo, porque deseo que los jueves eucarísticos que hacéis como reparación, los hagáis aun con más fervor y amor y no quiero que nadie falte a esos jueves reparadores. Yo, Jesús, os hablo.

Hijos, no sabéis la gracia tan grande que es para vuestras almas que reparéis el honor manchado de Vuestro Dios, pues aunque a Mi nada ni nadie Me puede quitar gloria que es infinita, a vosotros os hace un bien inmenso que reparéis, porque Mi Padre os perdonara muchos pecados por ser almas reparadoras e importaros y condoleros de Mi honor. Yo Soy un Dios de Amor y cuando se Me da amor, devuelvo el ciento por uno, porque en la reparación no pensáis en vosotros mismos, sino en Mi, y eso Mi Padre os lo tendrá en cuenta.

En la reparación os duele que Me ultrajen, que Me ignoren, que Me abandonen, que no Me traten con la dignidad que Me corresponde en este Augusto Sacramento, por eso, un alma que emplea un rato de oración en repararme, ese alma está engrosando sus arcas espirituales con una riqueza inigualable, porque le importó mas Mi gloria que sus intereses. Yo, Jesús, os hablo.

Las almas que de un modo u otro tratan de devolverme en la reparación el honor perdido, son almas de espíritus exquisitos y delicados que comprendieron muy bien el primer mandamiento: Amarás a Dios sobre todas las cosas.

Yo fui el Gran Reparador Divino de Mi Padre. Yo reparé Su honor ultrajado por el pecado original y os devolví las puertas del Cielo que se habían cerrado por ese pecado, y vosotros almas pequeñas, que deseáis repararme a Mi y Mi Madre, estáis en la línea que Yo estuve, y sois almas que seguís las verdaderas huellas del Cordero de Dios. Así pues, hijos Míos, seguid en esta línea de reparación y aun poned mas interés y ardor en ello, porque quien mira más la gloria de Su Dios que sus propios intereses, son almas configuradas Conmigo y que cantaran Conmigo en la gloria celestial el himno reservado a los reparadores. Yo, Jesús, Vuestro Hermano os hablo. Mi paz para todos vosotros. Os doy Mi Divina bendición. Jesús de Nazaret.

(1) Entiendo que ha provocado que esas personas fueran testigos de esas profanaciones.