domingo, 14 de junio de 2009

Dictado del 7-6-09

Cada día que pasa es un día menos que tenéis de vida, y es un día menos con el que contáis para reconvertiros y volver vuestro rostro a Dios. Yo, Espíritu Divino, os hablo.


La misión de cada hombre es la de salvar su alma, esta misión es para todas las almas en general, para todas las razas, para todos los estados de vida, para todas las criaturas que existen en este planeta, y es una misión que cada cual debe emprender y poner todo lo que esté de su parte. Esto, hijos de Dios, ya os lo hemos dicho cantidad de veces, si bien las oraciones de todos los demás hijos de Dios ayudan a esto, el esfuerzo principal lo debe poner la misma persona, porque todo no se lo van a dar hecho.


Todas las almas desde la más pecadora a la más santa tienen luces suficientes para cambiar de conducta y mejorarla. El pecador empedernido recibe Mis luces, y el alma que ya anda en estado de gracia, también las recibe para subir más niveles de santidad, y obtener así, más gloria para Dios y más méritos para su vida eterna.


Pero muchas almas se engañan y dicen: cuando llegue el momento de mi muerte me arrepentiré, y esas reflexiones no son válidas, porque nadie sabe si cuando le llegue el momento de su muerte tendrá lucidez suficiente o habrá muerto repentinamente sin poder arrepentirse. La salvación del alma no tiene una segunda oportunidad, cuando se muere, se muere solo una vez, no es como un examen que haya una segunda o tercera oportunidad, y vosotros, hijos de Dios, vivís tan tranquilos, enfangados en pecados de odios, de impureza, de delitos, de fraudes, de profanaciones, de omisiones y de tantas cosas que, si vierais vuestra propia alma, os aterraríais de tanta podredumbre, vosotros que os creéis buenos.


Os llamo una vez más a la conversión, para algunos de vosotros, puede ser el ultimo llamamiento, pero no reaccionáis y preferís vivir siendo amigos de Satanás antes que serlo de Dios, que es quien premia y castiga. Preferís estar aliados con Satanás antes de estarlo con Jesucristo, el Hijo Divino del Altísimo, porque vuestras inteligencias tan adulteradas por los pensamientos del mundo no os dejan ver más allá de vuestro entorno. Yo, Espíritu Divino, os hablo y os prevengo. Posponéis, hijos de Dios, en vuestra vida el enmendarse, ahora es el tiempo de la enmienda, después puede ser ya tarde.

La paz de la Santísima Trinidad esté con todo aquel de buena voluntad y de sincero deseo de enmendarse. Yo, Espíritu Divino, os hablo y os instruyo.