Hijos Míos, sois almas que Me complacen enormemente. Sois Mis delicias, Mi consuelo y el de Mi Madre. Almas tan pequeñas, almas tan poquita cosa que Me complacen no por lo que sois, sino por lo que no sois.
Yo Soy el Cordero de Dios quien os habla. Os hablo como Mesías, como el Redentor del Mundo, porque no quiero que olvidéis la misión importantísima que a Mi me encomendó Mi Padre. No ha habido otra misión como la Mía, la de la Redención del género humano y la cumplí en todo momento, en todo momento hice la voluntad de Mi Padre.
No prediqué ni un minuto más de lo que El Me mandó, ni dejé de predicar un minuto menos de lo que El deseaba. Yo cumplí constantemente Su voluntad, porque la convertía en Mi alimento del alma. A Mi también me costaba como hombre padecer fatigas, humillaciones rechazos, críticas, insultos. Todo esto cuando predicaba, aunque también es verdad que las masas Me seguían y Me buscaban para pedirme bienes materiales y apenas bienes espirituales.
Mi Padre Me miraba constantemente y Yo sabiendo que Su mirada estaba posada en Mí, elevaba Mis ojos divinos a El y le decía: Hágase Padre, Tu voluntad.
Hijos Míos, esto os lo recuerdo, os lo manifiesto para que cuando vosotros tengáis que hacer Mi voluntad y os cueste, recordéis que por salvaros a vosotros Yo hice la Voluntad de Mi Padre con todas sus consecuencias, ni un momento quise hacer la Mía.
Se que esto no lo entendéis algunos porque pensáis que como era Dios Mi Padre y Yo éramos lo mismo, pero no os olvidéis, que Yo era hombre y que Mi Padre no lo era y Mi naturaleza humana tuvo que hacer Su voluntad y padecer las contrariedades y fatigas que a veces hacer la voluntad de Dios conlleva. Pero la gloria de hacer esa Voluntad Divina, es algo que se os tiene reservado en la otra vida, y en ésta (vida) la gracia para cumplir Mi voluntad nunca, nunca, os faltará.
Hijos, veo vuestras buenas disposiciones y vuestros santos deseos y Me complacen, porque son para Mí como una oración de entrega que sube hasta Mi Trono y Me perfuma de vuestro incienso. Yo, el Cordero de Dios, os hablo. Mi paz para siempre jamás.
Yo Soy el Cordero de Dios quien os habla. Os hablo como Mesías, como el Redentor del Mundo, porque no quiero que olvidéis la misión importantísima que a Mi me encomendó Mi Padre. No ha habido otra misión como la Mía, la de la Redención del género humano y la cumplí en todo momento, en todo momento hice la voluntad de Mi Padre.
No prediqué ni un minuto más de lo que El Me mandó, ni dejé de predicar un minuto menos de lo que El deseaba. Yo cumplí constantemente Su voluntad, porque la convertía en Mi alimento del alma. A Mi también me costaba como hombre padecer fatigas, humillaciones rechazos, críticas, insultos. Todo esto cuando predicaba, aunque también es verdad que las masas Me seguían y Me buscaban para pedirme bienes materiales y apenas bienes espirituales.
Mi Padre Me miraba constantemente y Yo sabiendo que Su mirada estaba posada en Mí, elevaba Mis ojos divinos a El y le decía: Hágase Padre, Tu voluntad.
Hijos Míos, esto os lo recuerdo, os lo manifiesto para que cuando vosotros tengáis que hacer Mi voluntad y os cueste, recordéis que por salvaros a vosotros Yo hice la Voluntad de Mi Padre con todas sus consecuencias, ni un momento quise hacer la Mía.
Se que esto no lo entendéis algunos porque pensáis que como era Dios Mi Padre y Yo éramos lo mismo, pero no os olvidéis, que Yo era hombre y que Mi Padre no lo era y Mi naturaleza humana tuvo que hacer Su voluntad y padecer las contrariedades y fatigas que a veces hacer la voluntad de Dios conlleva. Pero la gloria de hacer esa Voluntad Divina, es algo que se os tiene reservado en la otra vida, y en ésta (vida) la gracia para cumplir Mi voluntad nunca, nunca, os faltará.
Hijos, veo vuestras buenas disposiciones y vuestros santos deseos y Me complacen, porque son para Mí como una oración de entrega que sube hasta Mi Trono y Me perfuma de vuestro incienso. Yo, el Cordero de Dios, os hablo. Mi paz para siempre jamás.