domingo, 11 de noviembre de 2007

Los gozos se dilatan constantemente

El Cielo es un lugar de gozo eterno. Allí no existe ni un ápice de tristeza. Allí todo es bello, todo sublime, y todo está lleno de armonía. Cada alma bienaventurada goza con la vista de las otras almas bienaventuradas, y a cada una, se le ve con el emblema que le hizo ganar el Cielo.

Unas llevan el color del martirio, otras el color de la enfermedad, otras el color de las penas que padeció en la tierra, cada emblema o color, es su identidad personal en el Cielo.

Si vierais solo un instante pequeñísimo lo que es el Cielo, moriríais de amor fulminantemente, porque es tanta la dicha que allí hay, que nadie ha podido imaginársela con mente humana.

Yo Soy el Espíritu Santo que os hablo. Allí en el Cielo está el Trono Glorioso de la Santísima Trinidad y muy cerca de Nosotros, el Trono de María Santísima, rigiéndolo todo en la Tierra, porque Su Mirada Inmaculada se posa en este planeta, y pide incesantemente, gracias y dones para el.

La belleza del Cielo no tiene comparación con la belleza de la Tierra. Allí son los grandes y santos deseos los que se convierten en flores celestiales. Allí las buenas obras son gozos de los bienaventurados. Allí va a parar todo lo bueno y noble que hay en el hombre, transformado en gozos para los bienaventurados. Allí las Eucaristías son gozos infinitos para los bienaventurados, y los gozos, se dilatan constantemente, porque nunca tienen fin.

Hijos de Dios Altísimo, aspirad a los bienes celestiales. Gustad de las cosas del Cielo que son eternas y dichosas. Desead el Cielo, obrad santamente para ganarlo, porque no podéis imaginar lo que Dios Altísimo tiene reservado para los que le aman, y cumplen en todo momento, Su Santa Voluntad.

Yo, Espíritu Divino, os hablo y os instruyo. La paz de Dios Altísimo con vosotros.