Siendo Dios, Señor Soberano único, Omnipotente y tres veces Santo, se rebajó de Su rango para hacerse hombre limitado y sometido a todas las limitaciones de la naturaleza humana.
Cristo Jesús es un Dios que se hace Hombre, por amor al hombre y por amor a la humanidad perdida y extraviada por el pecado. Quien contemple siquiera un poco este misterio de la Encarnación, se sorprenderá en todo momento de su grandeza, pues nadie ha hecho tanto por las almas y le ha costado tanto redimirlas.
El alcance de este sublime misterio solamente se comprenderá en la otra vida, cuando libre de toda atadura humana, y libre de las ataduras de la carne, se comprenderá la inmensidad de amor que llevó al Unigénito, Segunda Persona de la Santísima Trinidad, a hacerse Carne.
Pero este misterio que no hay otro que lo iguale en grandeza, lo comprenderán los que se salven para su gozo y los que se condenen para su mayor tormento. Yo Soy el Espíritu Divino quien os habla.
Las almas que Me poseen, gustan de meditar estos misterios porque de ellos toman alimento para sus almas, alimento que no es perecedero y que nutre al alma como ninguna otra cosa.
Ya María Santísima meditaba este misterio aún antes de saber que Ella seria quien diera carne al Redentor, pues Ella, estaba instruida en las Sagradas Escrituras y esperaba ardientemente la venida del Mesías, que nacería de una virgen. Y cuando Ella vio que el misterio más grande de la historia de la Creación iba a producirse en Su seno purísimo, esta contemplación del mismo, no cesó ya en toda su vida y tomaba de tan grande misterio su alimento espiritual para el alma, y lo mismo Su esposo José, pues si en sus días no se había aun instituido la Eucaristía, la contemplación de todo esto, alimentaba a ambos tanto en el alma, que crecían en méritos y santidad constantemente.
Las almas que no pueden recibir la Eucaristía, bien porque en sus lugares de residencia no haya quien se la administre, bien por invalidez (física) u otra razón, pueden alimentar sus almas con la contemplación de cualquier misterio de la vida del Redentor y Yo, Espíritu Divino, les daré Mis dones y frutos para que la contemplación de esos misterios, sea cual fuere, les de más vida de gracia en el alma y les ayude a recibir Mis dones y frutos. Yo, Espíritu Divino, os hablo.
Hijos de Dios y de la Santa Madre Iglesia, invocadme a menudo y pedid Mi asistencia en todo acto espiritual que hagáis, Yo, Espíritu de Dios, os instruyo. La paz de la Santísima Trinidad con todos vosotros.
Cristo Jesús es un Dios que se hace Hombre, por amor al hombre y por amor a la humanidad perdida y extraviada por el pecado. Quien contemple siquiera un poco este misterio de la Encarnación, se sorprenderá en todo momento de su grandeza, pues nadie ha hecho tanto por las almas y le ha costado tanto redimirlas.
El alcance de este sublime misterio solamente se comprenderá en la otra vida, cuando libre de toda atadura humana, y libre de las ataduras de la carne, se comprenderá la inmensidad de amor que llevó al Unigénito, Segunda Persona de la Santísima Trinidad, a hacerse Carne.
Pero este misterio que no hay otro que lo iguale en grandeza, lo comprenderán los que se salven para su gozo y los que se condenen para su mayor tormento. Yo Soy el Espíritu Divino quien os habla.
Las almas que Me poseen, gustan de meditar estos misterios porque de ellos toman alimento para sus almas, alimento que no es perecedero y que nutre al alma como ninguna otra cosa.
Ya María Santísima meditaba este misterio aún antes de saber que Ella seria quien diera carne al Redentor, pues Ella, estaba instruida en las Sagradas Escrituras y esperaba ardientemente la venida del Mesías, que nacería de una virgen. Y cuando Ella vio que el misterio más grande de la historia de la Creación iba a producirse en Su seno purísimo, esta contemplación del mismo, no cesó ya en toda su vida y tomaba de tan grande misterio su alimento espiritual para el alma, y lo mismo Su esposo José, pues si en sus días no se había aun instituido la Eucaristía, la contemplación de todo esto, alimentaba a ambos tanto en el alma, que crecían en méritos y santidad constantemente.
Las almas que no pueden recibir la Eucaristía, bien porque en sus lugares de residencia no haya quien se la administre, bien por invalidez (física) u otra razón, pueden alimentar sus almas con la contemplación de cualquier misterio de la vida del Redentor y Yo, Espíritu Divino, les daré Mis dones y frutos para que la contemplación de esos misterios, sea cual fuere, les de más vida de gracia en el alma y les ayude a recibir Mis dones y frutos. Yo, Espíritu Divino, os hablo.
Hijos de Dios y de la Santa Madre Iglesia, invocadme a menudo y pedid Mi asistencia en todo acto espiritual que hagáis, Yo, Espíritu de Dios, os instruyo. La paz de la Santísima Trinidad con todos vosotros.