Sentimientos de amor son sentimientos que sienten los verdaderos hijos de Dios, Yo, Espíritu Divino, os hablo. El hijo que ama a Dios es un hijo digno de El, y aunque su amor por ser humano tenga imperfecciones, si es un amor que nace del corazón, es un amor de verdadero hijo de Dios.
No todo el mundo ama a Dios de corazón, hay quien cree en El pero no lo ama, o su amor es muy frío e inapreciable. Creer en Dios no es lo mismo que amarlo. Quien ama a Dios también cree en El, pero no todo el que cree en Dios, le tiene amor. Yo, Espíritu de Dios, os hablo.
Los grandes santos eran personas que vivían inflamados en el amor a Dios, ese amor los llevaba a hacer proezas, porque deseaban con todas sus fuerzas demostrar y ofrecer ese amor a Dios Todopoderoso.
Cada respiro, cada movimiento, cada palabra, cada deseo, eran actos intensos de amor, pues vivían tan inflamados en el amor a Dios, que parecía que ese amor les iba a hacer morir por la fuerza de sus sentimientos. Creer en Dios es elogiable, si esa fe en Dios, os lleva a vivir en consecuencia con lo que se cree, pero si se cree en Dios y no se vive según Su voluntad, esa fe no santifica, porque es una fe muerta. Yo, Espíritu de Dios, os hablo.
Los demonios y los condenados también creen en Dios, aunque creer en el Todopoderoso, ya no les sirve para nada porque su estado de condenación no se puede cambiar. Si se cree en Dios y además se le ama ardientemente, son dos motores para el alma que avanzará a pasos agigantados en la senda de la perfección, porque la fe y el amor a Dios, son dos fuerzas más que suficientes para elevarse a altos grados de perfección. No hay fuerzas mayores que estas, pues fe y amor juntos, son un vehículo que velozmente hace que el alma ascienda a niveles cada vez más elevados.
Fe y amor dan inmensa gloria al Altísimo, puesto que creer en El y además amarlo, deriva en servirle sin condiciones, haciendo en todo momento Su voluntad. Y cuando digo en todo momento, es en cada instante, aunque a esa persona nadie la vea, o viva sola, ausente de miradas ajenas, porque vive siempre bajo la presencia de Dios y esta bajo Su mirada. Yo, Espíritu de Dios, os hablo.
Desead hijos de Dios, amar a Vuestro Padre Celestial como nada mejor ni más grande en la vida, ya que el amor que le tengáis a Dios perdurará eternamente, y os dará, el gozo celestial toda la eternidad. Yo, Espíritu de Dios, os hablo.
No todo el mundo ama a Dios de corazón, hay quien cree en El pero no lo ama, o su amor es muy frío e inapreciable. Creer en Dios no es lo mismo que amarlo. Quien ama a Dios también cree en El, pero no todo el que cree en Dios, le tiene amor. Yo, Espíritu de Dios, os hablo.
Los grandes santos eran personas que vivían inflamados en el amor a Dios, ese amor los llevaba a hacer proezas, porque deseaban con todas sus fuerzas demostrar y ofrecer ese amor a Dios Todopoderoso.
Cada respiro, cada movimiento, cada palabra, cada deseo, eran actos intensos de amor, pues vivían tan inflamados en el amor a Dios, que parecía que ese amor les iba a hacer morir por la fuerza de sus sentimientos. Creer en Dios es elogiable, si esa fe en Dios, os lleva a vivir en consecuencia con lo que se cree, pero si se cree en Dios y no se vive según Su voluntad, esa fe no santifica, porque es una fe muerta. Yo, Espíritu de Dios, os hablo.
Los demonios y los condenados también creen en Dios, aunque creer en el Todopoderoso, ya no les sirve para nada porque su estado de condenación no se puede cambiar. Si se cree en Dios y además se le ama ardientemente, son dos motores para el alma que avanzará a pasos agigantados en la senda de la perfección, porque la fe y el amor a Dios, son dos fuerzas más que suficientes para elevarse a altos grados de perfección. No hay fuerzas mayores que estas, pues fe y amor juntos, son un vehículo que velozmente hace que el alma ascienda a niveles cada vez más elevados.
Fe y amor dan inmensa gloria al Altísimo, puesto que creer en El y además amarlo, deriva en servirle sin condiciones, haciendo en todo momento Su voluntad. Y cuando digo en todo momento, es en cada instante, aunque a esa persona nadie la vea, o viva sola, ausente de miradas ajenas, porque vive siempre bajo la presencia de Dios y esta bajo Su mirada. Yo, Espíritu de Dios, os hablo.
Desead hijos de Dios, amar a Vuestro Padre Celestial como nada mejor ni más grande en la vida, ya que el amor que le tengáis a Dios perdurará eternamente, y os dará, el gozo celestial toda la eternidad. Yo, Espíritu de Dios, os hablo.