domingo, 6 de septiembre de 2009

Dictado del 6-9-09

Rigurosos secretos deben ser las cosas que se cuentan por medio del Sacramento de la Penitencia, rigurosos secretos. Ningún ministro de Dios debe decir las cosas que los fieles cuentan en el Sacramento de la Penitencia, ni comentarlo o cotillearlo como si fueran cosas de la vida social. Yo, Espíritu de Dios, os hablo. Por eso, hijos de Dios, no olvidéis que el sigilo de la confesión es sagrado desde siempre, y no se puede contar lo que se recibe en confesión como quien cuenta una anécdota más. Yo, Espíritu de Dios, os hablo.

Hijos de Dios, buscad también para la confesión sacerdotes santos, rectos, que cumplan debidamente su ministerio, para que todos los sacramentos sean recibidos por vosotros como debe de ser.

Debéis ir a confesar mucho más a menudo de lo que lo hacéis, aunque no tengáis pecados mortales. Debéis fortaleceros con este santo sacramento y lavad vuestras almas de la misma forma que laváis vuestros cuerpos, que aunque estén limpios, los laváis todos los días. Hijos de Dios, el alma es muy delicada y hay que darle de todo adecuadamente. Los sacramentos la mantienen viva y libre de pecado mortal, pero también la mantienen reluciente, brillante a los ojos de Dios, que se recrea, en un alma libre de podredumbre. A vosotros que os gusta las cosas bien hechas y en su punto no abandonéis el cuidado de vuestras almas, porque es necesario que a la misma, le deis todo lo santo y bueno para tener una vida de calidad, una vida interior de calidad y que a Dios Padre le agrade. Yo, Espíritu de Dios, os hablo.

La Virgen María era un alma especial, especialísima. En Ella, se recreaba la Santísima Trinidad como en ninguna otra alma. Ella era perfecta en todas las cosas, en sus acciones, en todos sus pensamientos, en sus intenciones. Ella vivía tal y como Dios deseaba que viviese hasta en los momentos más comunes de su vida. No se atrevía a beber agua si no veía en ello que fuera voluntad de Dios, porque estaba tan unida a El, que no se movía sin que la Santísima Trinidad se lo hiciera saber en su corazón.

Hijos de Dios, la perfección es muy difícil para vosotros tan acostumbrados a costumbres burdas e indisciplinadas, pero tenéis que dar a vuestra alma mucho más alimento espiritual del que le dais y con mucha más calidad, Yo, Espíritu de Dios, os hablo. Pedid ayuda a Vuestra Madre Celestial que fue y es Maestra inigualable en estas cosas, y pedidle que os enseñe a moveros en cada instante según sea la voluntad de Dios, Uno y Trino. Yo, Espíritu de Dios, os hablo y os bendigo.