martes, 8 de enero de 2008

Poesía 4

Perdió a sus padres María
no bien la cuna dejó,
y sin apoyo ni guía,
la pobrecita quedó.
Como a su dolor profundo
nadie prestaba consuelo,
en vez de clamar al mundo
clamó la infeliz al Cielo.
¡Dios Mío! dijo llorosa
no tengo en la humana senda,
ninguna mano piadosa
que me guíe y me defienda.
Envíame un ángel bello
que me defienda y me guíe,
pues en la senda que huello
es fácil que me extravíe.
Al terminar su oración
vio la huérfana a su lado,
brindándola protección
un ángel inmaculado.
Mas la mancha del pecado
empaño su frente bella,
y el ángel desconsolado
dijo ausentadose de ella.
Tu frente el pecado empaña
y yo torno a mi mansión,
que el ángel solo acompaña
aquellos que ángeles son.