jueves, 2 de octubre de 2008

Son espinas que llevo en Mi Corazón

Los santos deberes que los sacerdotes deben cumplir, tienen que hacerlo con dignidad y celo apostólico. Ellos deben cumplir su ministerio de tal forma, que no produzcan escándalo en Mi fieles cristianos, porque ¡ay de aquel que escandalizare! más le valdría no haber nacido.
Son muchos los sacerdotes negligentes y fríos en su ministerio, ni siquiera los obispos pueden enmendarlos. Van perdiendo fe cada día y esa falta de fe les sale al exterior a la hora de celebrar, de vestir, de predicar, de administrar los sacramentos. Son espinas que llevo en Mi Corazón porque quiero darles Mis gracias pero no les aprovechan, porque están en un abandono total de oración, de sacrificio y lecturas santas. Ellos se han mundanizado tanto que piensan, ven y sienten como las personas del mundo y muchas cosas de la Santa Madre Iglesia, les produce repugnancia, como el celibato o el breviario.

Hijos Míos, mis fieles rebaños, por esos sacerdotes debéis rezar como por ninguna otra cosa. Oraciones intensas, sacrificios, Eucaristías, porque su salvación pende de un hilo finísimo y serán pastos del infierno, si vosotros fieles Míos y de Mi Santa Madre, no rezáis por ellos intensamente. Ellos son de nuevo una espada en el Corazón de Mi Madre, que sufre al ver la forma en que celebran y como Me tratan en la Eucaristía.

Hijos Míos, rezad por ellos a San José y empeñaros en que se salven, porque el infierno de un sacerdote es durísimo, no solo por los pecados que cometieron, sino por el bien inmenso que dejaron de hacer y las almas que no se salvaron por la negligencia de su ministerio. Son muchos, muchos los que así viven. Fueron concediéndose poco a poco ciertas libertades, fueron abandonando poco a poco la oración, los sacramentos, la confesión y poco a poco, sin ellos darse cuenta, están en las puertas de la apostasía total. Yo, Jesús, Sacerdote Eterno, os hablo.

Hijos Míos, os lo pido nuevamente, cread cadenas de oraciones por ellos, ayudadlos a no perder la fe con vuestro amor y misericordia. Quien ayuda a un sacerdote hace un bien inmenso, porque (el sacerdote) es pastor de otras almas. Así pues, hijos Míos, dad de comer a estas almas pecadoras que deberían ser santas y ejemplares y son escándalo para muchos de vosotros. Dad de comer vuestros rezos y sacrificios. Regad sus almas secas y raquíticas con vuestras oraciones y amor a ellos, Yo, Jesús Vuestro Redentor, os lo tendré en cuenta y bendeciré con creces todo lo que hagáis por los sacerdotes. Incluso, sed generosos y ofreceros como victimas por ellos, Mi Madre os lo agradecerá. Yo, Jesús, Vuestro Salvador, os hablo. Mi paz a todo aquel que crea estos escritos y los ponga en práctica.