La castidad en todos los estados es una perla valiosísima en el Reino de los Cielos. La castidad bien vivida es lo mismo que vivir como ángeles, porque se olvidan y se vencen los instintos del cuerpo para vivir según el deseo del espíritu. Soy María Santísima quien os habla.
A Mí Me llaman la Purísima y lo Soy. No podéis imaginar, hijos Míos, adonde alcanzó Mi castidad. Fui Purísima de pensamiento, de palabra, de obras y de deseos. Jamás deseé satisfacer los instintos de Mi cuerpo y viví en tal castidad, que por ello, fui escogida para Templo de la Divinidad. Pero no creáis que vosotros criaturas terrenales no podéis ser castos. Podéis serlo y ser también templos vivientes de la Santísima Trinidad , pues muchos santos y santas alcanzaron tal grado de castidad, que brillan en el Reino Celestial con una luz especial. Yo, María Santísima, os hablo
Quien es casto o casta, le cuesta poco cumplir las demás virtudes, pues la castidad, tiene adosada otras virtudes que son como damas de honor de la castidad: conformidad, sencillez, pequeñez y más, y también en la castidad está la humildad que es la virtud reina de todas las demás. Pero hijos, la castidad a la que Me refiero es a la castidad vivida por amor a Dios y no por fuerza. Se puede ser casto o casta forzosamente y tener deseos innobles y carnales, pero quien es casto de obras y pensamientos, son almas en las que se recrea la Santísima Trinidad.
Mi Hijo os dijo que si no os hicierais como niños no entraríais en el Reino de los Cielos. Lo niños, los pequeños, son castos porque no tienen malicia, ni conciencia de pecado de la carne, hasta que tienen uso de razón.
Así pues, hijos Míos, sed castos, sed purísimos en todas vuestras cosas, y veréis como vuestro cuerpo se convierte en templo y sagrario de la Santísima Trinidad. Yo, María Inmaculada, la Purísima Concepción , os hablo. La paz de Mi Divino Hijo esté con todos vosotros.