El amor a Dios es un amor que anega al alma en dicha y en paz. Es un don grande tener amor a Dios, bien en la figura divina de Jesucristo, bien en Dios Padre, bien en Dios Espíritu Santo. Es amor divino, el amor dirigido a una de estas tres Divinas Personas, y cada una con su misión especifica, anega al alma en gozo, en paz, en dicha que traspasará las fronteras terrenales para gozarlo en plenitud en la Patria Celestial.
Yo soy el Espíritu Santo, el Espíritu Divino que a través de este instrumento, instruyo a quienes lean y relean, estos escritos. Yo vivo en las almas de buena voluntad y las doto de gracias y dones. Mi habitat es el alma en estado de gracia y, la ayudo a crecer en esa gracia divina, con que la Santísima Trinidad la dota por su fiel deseo, de no querer pecar.
Yo debo ser enseñado a los niños y darle catequesis sobre mi labor y mis dones. Los niños deben tener buena base desde pequeños, pues lo mismo que son capaces para aprender el mal, también lo son para aprender el bien y, su inteligencia, fresca por su corta edad, capta como nadie las ideas que se les metan en su infancia. Si estas son buenas y santas, (o son malas) mas adelante, en su pubertad, se desarrollaran y darán frutos de bien o de mal.
Si a un niño se le instruye, de forma que entienda, sobre los misterios de la fe católica, ellos entenderán porque Yo, Espíritu Divino, les supliré en donde su mente no alcance.
Hablad de Mí a los pequeños, a los niños que mañana serán adultos. Echadles buena semilla, para que sus frutos también sean buenos. No pretendáis coger frutos buenos si no habéis sembrado buena semilla. Es importante en párrocos y en padres que los niños adquieran buena formación religiosa, o serán en su edad adulta, como animales que se dejen llevar solo de sus instintos. El ser humano se identifica (se distingue) del animal precisamente porque tiene alma, pero si al alma no se lo construye en cimientos fuertes e imperecederos, se quedará el ser humano en un animal más, aunque tenga inteligencia y capacidad de pensar. Hay que edificar en el interior, construir por dentro, enseñando a los pequeños las virtudes teologales, las virtudes morales, las obras de misericordia, y sobre todo, los mandamientos, explicados a su edad, para que los cumplan.
Hijos mios, almas queridas, a todo aquel que lea este escrito le pido que lo ponga en práctica. Hijos, nietos, sobrinos, vecinitos, instruirlos en la fe católica con todos sus dogmas y misterios.
La fe es el mayor don que puede tener una criatura, porque es fiarse de Dios y de lo que El ha revelado. Yo, Espiritu de Amor y Sabiduría, supliré vuestra labor con mis dones. Alabado sea Dios.
Yo soy el Espíritu Santo, el Espíritu Divino que a través de este instrumento, instruyo a quienes lean y relean, estos escritos. Yo vivo en las almas de buena voluntad y las doto de gracias y dones. Mi habitat es el alma en estado de gracia y, la ayudo a crecer en esa gracia divina, con que la Santísima Trinidad la dota por su fiel deseo, de no querer pecar.
Yo debo ser enseñado a los niños y darle catequesis sobre mi labor y mis dones. Los niños deben tener buena base desde pequeños, pues lo mismo que son capaces para aprender el mal, también lo son para aprender el bien y, su inteligencia, fresca por su corta edad, capta como nadie las ideas que se les metan en su infancia. Si estas son buenas y santas, (o son malas) mas adelante, en su pubertad, se desarrollaran y darán frutos de bien o de mal.
Si a un niño se le instruye, de forma que entienda, sobre los misterios de la fe católica, ellos entenderán porque Yo, Espíritu Divino, les supliré en donde su mente no alcance.
Hablad de Mí a los pequeños, a los niños que mañana serán adultos. Echadles buena semilla, para que sus frutos también sean buenos. No pretendáis coger frutos buenos si no habéis sembrado buena semilla. Es importante en párrocos y en padres que los niños adquieran buena formación religiosa, o serán en su edad adulta, como animales que se dejen llevar solo de sus instintos. El ser humano se identifica (se distingue) del animal precisamente porque tiene alma, pero si al alma no se lo construye en cimientos fuertes e imperecederos, se quedará el ser humano en un animal más, aunque tenga inteligencia y capacidad de pensar. Hay que edificar en el interior, construir por dentro, enseñando a los pequeños las virtudes teologales, las virtudes morales, las obras de misericordia, y sobre todo, los mandamientos, explicados a su edad, para que los cumplan.
Hijos mios, almas queridas, a todo aquel que lea este escrito le pido que lo ponga en práctica. Hijos, nietos, sobrinos, vecinitos, instruirlos en la fe católica con todos sus dogmas y misterios.
La fe es el mayor don que puede tener una criatura, porque es fiarse de Dios y de lo que El ha revelado. Yo, Espiritu de Amor y Sabiduría, supliré vuestra labor con mis dones. Alabado sea Dios.