jueves, 7 de febrero de 2008

Dictado del 7-2-08

Un hecho que es conveniente de recordar es el día de Mi Resurrección. No se habla mucho de ese día glorioso, pero fue un día en que todas las cosas cambiaron, porque quien Me vio morir de la forma que lo hice, a excepción de Mi Santa Madre, al verme tan derrotado, tan ultrajado, no esperaba ni mucho menos, que Yo resucitara.

Pero Mi Resurrección llenó de esperanza a quienes Me habían amado y al ver que vencía a la muerte, su esperanza les caló tan hondo que ya nunca mas dudaron de Mi Divinidad y de Mi misión redentora, ni de Mí como el Mesias anunciado desde siglos. Yo, Jesús, os hablo.

Mi resurrección vence no solo la muerte sino la enfermedad, las cruces de la vida por duras que sean, porque resucitar a otra vida en cuerpo y alma, es algo que hace pensar que no se pierde ningún sufrimiento de esta vida por duro o insignificante que sea, porque la esperanza sabe que servirá para la gloria eterna.

Así los monjes que guardaron castidad saben que ello les servirá para la otra vida, los esposos que tuvieron que compartir enfermedades o tuvieron hijos malformados, o soportaron ruinas económicas, toda clase de penas y sinsabares, saben que si Yo resucité y Mi Pasión Me sirvió para que esa Resurrección fuera mas gloriosa, así quien padece en esta vida y espera la otra, sabrá que sus padecimientos le servirán para tener una resurrección más gloriosa, que es lo mismo que decir, que tendrán mas gloria en la vida eterna. Cuando más muere un alma a si misma o al mundo, más gloriosa es su resurrección.

Por eso, almas amadas de Mi Corazón Divino, ofrecedme todos vuestros sufrimientos y pesares desde que os levantáis y ofrecédmelos cada día, para que vuestros Ángeles Me los presenten y Yo los negocie después de esta vida terrenal para vuestro bien, además de negociarlos en esta vida, para el bien de otras almas y de la vuestra misma. Yo, Jesús, os hablo.