Insisto hijos Míos, insisto, cambiad de vida y proponeros llevar una vida ordenada y limpia de toda clase de pecados, evitad incluso las faltas leves, porque lamentareis no poner en práctica Mis consejos, Yo, Jesús, Vuestro Redentor, os hablo.
Vine a la tierra a enseñaros el camino verdadero del Cielo, y ahora, sigo haciendo lo mismo, pues tan pronto erradiquéis de vuestras vidas el pecado, tendréis luces sobrenaturales que os harán comprender muchas cosas de vuestra santa religión católica, pues el pecado os nubla la vida del alma y no entendéis Mis misterios, si bien, nunca llegareis a entenderlos en plenitud, no obstante gustareis de ellos porque Mi Espíritu os dará luz y sabiduría sobrenaturales, para que vislumbréis algo, pero es necesario que limpiéis vuestras almas de podredumbre. Cuando un cristal está encenagado en barro no se puede ver, así pasa con vuestras almas, que al tenerlas manchadas, no podéis ver ni entender muchas de Mis cosas.
Yo os amo, hijos Míos, por pecadores y pecadoras que seáis, Yo os amo desmesuradamente y lo mismo Mi Santa Madre que desea tener a todos y todas en la Gloria Celestial. Lo que os pedimos no es tan difícil, solo que cuando tenéis intención de ir a confesar y limpiar vuestra alma, Mi enemigo mortal Satanás, os quita las ganas y os hace creer que la confesión es una tontería inventada por los curas, y que para arrepentirse de los pecados, no es necesario ir a confesarlos y que basta el arrepentimiento.
Hijos Míos y de Mi Santa y Amada Madre, no sigáis la voz de Satanás que os quita el deseo de enmendar vuestras vidas, Yo Soy quien os hablo, Jesús de Nazaret, Vuestro Redentor, y deseo, que enmendéis vuestras vidas y malos hábitos.
Levantaros cada día y santiguaros, empezad así el día, con el signo de la Santa Cruz, y así, a lo largo de la jornada elevad vuestro corazón y vuestras plegarias a Mi, Vuestro Redentor y a Mi Santa Madre. Si, hijos, sí, lo que deseamos es guiaros por sendas de Dios y sacaros de los asuntos terrenales que tanto os afanan y os preocupan. Volver vuestro corazón a Mí y Yo Me encargaré de esos asuntos terrenales, y os los haré más llevaderos y haré que no os obsesionen. Yo, Jesús, Vuestro Salvador, os hablo. Mi paz a todo aquel que lea estos escritos y los ponga en práctica.
Vine a la tierra a enseñaros el camino verdadero del Cielo, y ahora, sigo haciendo lo mismo, pues tan pronto erradiquéis de vuestras vidas el pecado, tendréis luces sobrenaturales que os harán comprender muchas cosas de vuestra santa religión católica, pues el pecado os nubla la vida del alma y no entendéis Mis misterios, si bien, nunca llegareis a entenderlos en plenitud, no obstante gustareis de ellos porque Mi Espíritu os dará luz y sabiduría sobrenaturales, para que vislumbréis algo, pero es necesario que limpiéis vuestras almas de podredumbre. Cuando un cristal está encenagado en barro no se puede ver, así pasa con vuestras almas, que al tenerlas manchadas, no podéis ver ni entender muchas de Mis cosas.
Yo os amo, hijos Míos, por pecadores y pecadoras que seáis, Yo os amo desmesuradamente y lo mismo Mi Santa Madre que desea tener a todos y todas en la Gloria Celestial. Lo que os pedimos no es tan difícil, solo que cuando tenéis intención de ir a confesar y limpiar vuestra alma, Mi enemigo mortal Satanás, os quita las ganas y os hace creer que la confesión es una tontería inventada por los curas, y que para arrepentirse de los pecados, no es necesario ir a confesarlos y que basta el arrepentimiento.
Hijos Míos y de Mi Santa y Amada Madre, no sigáis la voz de Satanás que os quita el deseo de enmendar vuestras vidas, Yo Soy quien os hablo, Jesús de Nazaret, Vuestro Redentor, y deseo, que enmendéis vuestras vidas y malos hábitos.
Levantaros cada día y santiguaros, empezad así el día, con el signo de la Santa Cruz, y así, a lo largo de la jornada elevad vuestro corazón y vuestras plegarias a Mi, Vuestro Redentor y a Mi Santa Madre. Si, hijos, sí, lo que deseamos es guiaros por sendas de Dios y sacaros de los asuntos terrenales que tanto os afanan y os preocupan. Volver vuestro corazón a Mí y Yo Me encargaré de esos asuntos terrenales, y os los haré más llevaderos y haré que no os obsesionen. Yo, Jesús, Vuestro Salvador, os hablo. Mi paz a todo aquel que lea estos escritos y los ponga en práctica.