El miedo a condenarse es ya una medida de prevención, porque quien teme algo no se expondrá temerariamente a sufrirlo.
A Dios hay que amarlo por Si Mismo, pero temerle y temer que por nuestros pecados podamos perdernos eternamente, es algo admisible. El miedo puede ser en muchos casos una virtud, ya que por temor no se arriesga el alma a perderse para siempre, y así, evita el pecado (poniendo) todo lo que esté de su parte. Es como el que va a nadar y no sabe hacerlo bien, no se arriesgará a adentrarse en el mar mas de lo que pueda dominar, porque si sabiendo que no nada bien se adentrase (en el mar), seria una temeridad por su parte, porque se expondría a ahogarse imprudentemente.
Yo Soy el Espiritu Divino, Yo os hablo por medio de este instrumento para enseñaros las sendas del Cielo.
Temer algo, si ello produce evitar el mal y obrar con rectitud, es un santo temor que viene del Cielo, porque es una conciencia de justicia que el alma tiene en si misma, y sabe que la condenación le podría venir por la justicia de Dios, es la practica de una gran virtud, la virtud de la justicia. Porque ese sentimiento no le viene de odio hacia Dios, ni mucho menos, sino de su conciencia de saber, que merece la condenación eterna, por lo que negó a Dios en esta vida y por sus deleznables acciones.
Es creer en la justicia divina, saber que Dios es Justo y paga en su justa medida, por tanto, el alma que por temor no peca o por miedo al castigo, es creer también en Dios, porque cree en Su justicia y en su propia indignidad. Es otro modo de dar gloria a Dios, de ahí, que quien por temor al castigo no peque, también le vale a Dios, porque en cierto modo, está creyendo en El. Es todo lo contrario de quien amparándose en Su misericordia lleva una vida de disolución y holgadez tal, que espera que Dios solo por el hecho de ser Misericordioso, le libre del castigo que sus obras merecen.
La misericordia de Dios hay que entenderla en que El suple allá donde las almas no alcanzan. De ahí, que alguien encadenado a un vicio y no pueda salir de el por lo arraigado que lo tiene, por su debilidad o por su situación, es cuando debe esperar todo de la misericordia de Dios, porque si el alma pone una y otra vez lo que esté de su parte, es cuando debe acudir a la misericordia de Dios, pues quizá Dios desee que en ese alma concreta, brille de forma especial Su misericordia. Son misterios del Cielo que poco a poco entenderéis.
El alma pecadora, por temor o por amor, debe poner todo cuanto este de su parte para salir del pecado, pues mas que el vencimiento del pecado, lo que Dios mirará y castigará o premiará, será el esfuerzo que puso por salir de su situación pecaminosa. Yo, Espiritu de Dios os instruyo. La paz del Altísimo (con vosotros) para siempre jamás.
A Dios hay que amarlo por Si Mismo, pero temerle y temer que por nuestros pecados podamos perdernos eternamente, es algo admisible. El miedo puede ser en muchos casos una virtud, ya que por temor no se arriesga el alma a perderse para siempre, y así, evita el pecado (poniendo) todo lo que esté de su parte. Es como el que va a nadar y no sabe hacerlo bien, no se arriesgará a adentrarse en el mar mas de lo que pueda dominar, porque si sabiendo que no nada bien se adentrase (en el mar), seria una temeridad por su parte, porque se expondría a ahogarse imprudentemente.
Yo Soy el Espiritu Divino, Yo os hablo por medio de este instrumento para enseñaros las sendas del Cielo.
Temer algo, si ello produce evitar el mal y obrar con rectitud, es un santo temor que viene del Cielo, porque es una conciencia de justicia que el alma tiene en si misma, y sabe que la condenación le podría venir por la justicia de Dios, es la practica de una gran virtud, la virtud de la justicia. Porque ese sentimiento no le viene de odio hacia Dios, ni mucho menos, sino de su conciencia de saber, que merece la condenación eterna, por lo que negó a Dios en esta vida y por sus deleznables acciones.
Es creer en la justicia divina, saber que Dios es Justo y paga en su justa medida, por tanto, el alma que por temor no peca o por miedo al castigo, es creer también en Dios, porque cree en Su justicia y en su propia indignidad. Es otro modo de dar gloria a Dios, de ahí, que quien por temor al castigo no peque, también le vale a Dios, porque en cierto modo, está creyendo en El. Es todo lo contrario de quien amparándose en Su misericordia lleva una vida de disolución y holgadez tal, que espera que Dios solo por el hecho de ser Misericordioso, le libre del castigo que sus obras merecen.
La misericordia de Dios hay que entenderla en que El suple allá donde las almas no alcanzan. De ahí, que alguien encadenado a un vicio y no pueda salir de el por lo arraigado que lo tiene, por su debilidad o por su situación, es cuando debe esperar todo de la misericordia de Dios, porque si el alma pone una y otra vez lo que esté de su parte, es cuando debe acudir a la misericordia de Dios, pues quizá Dios desee que en ese alma concreta, brille de forma especial Su misericordia. Son misterios del Cielo que poco a poco entenderéis.
El alma pecadora, por temor o por amor, debe poner todo cuanto este de su parte para salir del pecado, pues mas que el vencimiento del pecado, lo que Dios mirará y castigará o premiará, será el esfuerzo que puso por salir de su situación pecaminosa. Yo, Espiritu de Dios os instruyo. La paz del Altísimo (con vosotros) para siempre jamás.