Son de fiar las almas que viven despegadas de las cosas del mundo y anteponen las de Dios a las suyas personales, Yo, Espíritu de Dios, os hablo. Hay almas que entendiendo suficientemente lo que es Dios y lo que es el mundo, buscan cumplir lo primero de todo las cosas de Dios sin importarles las suyas propias, o relegando éstas, a un segundo plano. Esas almas que han entendido mejor que nadie el primero de los mandamientos, lo ponen en práctica, aún a riesgo, de ser criticadas por su propia familia y amistades.
Las llaman exageradas, radicales, fanáticas y otras muchas cosas más, pero son ángeles terrenales que comprendiendo la grandeza y dignidad de Dios, lo ponen en primer lugar en su vida por encima de todas las cosas, incluso de su salud.
Esas almas van directamente a la gloria porque se esforzaron en servir a Dios por encima de todo, con gran esfuerzo por su parte y salvando bastantes obstáculos. Si bien, tienen faltas y acciones que purificar, suelen ser purificadas en esta vida para librarles del Purgatorio, porque por poco que ellas estuvieran (en el Purgatorio) siempre es más padecimiento que el sufrimiento más grande de esta vida.
Esas almas viven por y para Dios y por su amor no les importaría dar la vida o perder algún miembro de su cuerpo, o ser mártires, porque aman a Dios con amor de justicia por ser El quien es. Esas almas si reciben favores o dones (del Cielo) todo lo atribuyen a la bondad infinidad de Dios y no a sus méritos. La Santísima Virgen amó así a Dios Todopoderoso. Su Corazón era una tea encendida en el fuego (del amor) divino. Era difícil estar a su lado y pasar desapercibido el amor inmenso que tenía al Creador. Sus padres, familia, vecinos, sentían que era un alma especial, exquisita y algo percibían del fuego del amor divino que invadía a la Virgen.
Hijos de Dios Altísimo, vuestro premio es este amor a Dios por encima de todas las cosas, ya se os ha dicho en otros mensajes, pero es tal el tesoro que esto supone para el alma y la Santa Madre Iglesia, que os exhorto a que Me lo pidáis. Me pidáis a Mí, Espíritu de Amor, que aumente vuestro amor a Dios, y amándolo a El, amareis también a las almas, porque comprenderéis que son criaturas o hijos de Dios.
Yo, Espíritu Divino, Espíritu de Amor, os hablo. (Os doy) la paz inefable de la Santísima Trinidad y de María Santísima que fue brasa encendida de amor al Creador.
Las llaman exageradas, radicales, fanáticas y otras muchas cosas más, pero son ángeles terrenales que comprendiendo la grandeza y dignidad de Dios, lo ponen en primer lugar en su vida por encima de todas las cosas, incluso de su salud.
Esas almas van directamente a la gloria porque se esforzaron en servir a Dios por encima de todo, con gran esfuerzo por su parte y salvando bastantes obstáculos. Si bien, tienen faltas y acciones que purificar, suelen ser purificadas en esta vida para librarles del Purgatorio, porque por poco que ellas estuvieran (en el Purgatorio) siempre es más padecimiento que el sufrimiento más grande de esta vida.
Esas almas viven por y para Dios y por su amor no les importaría dar la vida o perder algún miembro de su cuerpo, o ser mártires, porque aman a Dios con amor de justicia por ser El quien es. Esas almas si reciben favores o dones (del Cielo) todo lo atribuyen a la bondad infinidad de Dios y no a sus méritos. La Santísima Virgen amó así a Dios Todopoderoso. Su Corazón era una tea encendida en el fuego (del amor) divino. Era difícil estar a su lado y pasar desapercibido el amor inmenso que tenía al Creador. Sus padres, familia, vecinos, sentían que era un alma especial, exquisita y algo percibían del fuego del amor divino que invadía a la Virgen.
Hijos de Dios Altísimo, vuestro premio es este amor a Dios por encima de todas las cosas, ya se os ha dicho en otros mensajes, pero es tal el tesoro que esto supone para el alma y la Santa Madre Iglesia, que os exhorto a que Me lo pidáis. Me pidáis a Mí, Espíritu de Amor, que aumente vuestro amor a Dios, y amándolo a El, amareis también a las almas, porque comprenderéis que son criaturas o hijos de Dios.
Yo, Espíritu Divino, Espíritu de Amor, os hablo. (Os doy) la paz inefable de la Santísima Trinidad y de María Santísima que fue brasa encendida de amor al Creador.