sábado, 3 de noviembre de 2007

Aprended de Ella

Ave Maria
Ella elevaba Su Corazón a Mi Padre y le anegaba de ardiente amor y adoración. Aprended de Ella como Maestra de Amor, porque Su Corazón era una “tea ardiente” por el amor a
Dios y el bien de las almas.
(Palabras de Nuestro Señor)

Dictado del 3-11-07

El cielo es algo que lo alcanzan aquellas almas que pasan satisfactoriamente sus pruebas en esta vida. Cada alma, ya desde que nace, tiene alguna prueba que superar. Así sucedió con los ángeles y así sucede con los hombres. Nunca Dios da una prueba por encima de la capacidad de la criatura.

La prueba siempre es factible que la superen, no sin poner todo lo que esté de su parte, y aun así, la gracia de Dios nunca dejará de tenerla, porque Dios sabe que sin su auxilio el alma sucumbiría.

Cada persona tiene su prueba específica. Lo sacerdotes como tales, los padres y madres como tales, los consagrados como tales, porque la prueba superada, puede afianzarle aun mas en su estado o vocación y hacerles crecer en méritos o santidad.

Cuando un alma se ofrece a Dios como víctima, generalmente es escuchada, porque ese ofrecimiento sincero, hecho de corazón, suele ser inspirado por Dios Mismo, y es Dios quien escoge a las almas que desea como victimas y no al revés. Pero El necesita su consentimiento y, el deseo verdadero de querer ser víctima por la gloria de Dios y bien de las almas, lo inspira el Mismo Dios y es la rúbrica del alma, es decir, su consentimiento.

Yo Soy el Espíritu Divino, os hablo para instruiros en verdades de fe. Hay muchas cosas y misterios que desconocéis porque no han sido revelados, o porque no han sido desmenuzados. Yo deseo que las almas estén bien instruidas y preparadas, para que todas sus acciones sean eficaces y fructíferas en las Comunión de los Santos. Debéis invocarme a menudo en vuestros actos de piedad o religión, para que Mi luz os alcance.

El Cielo busca almas victimas, almas que quieran inmolarse para reparar tanto mal y para el bien de otras almas. Es un acto inmenso de amor no solo a Dios, sino a las criaturas, porque nadie tiene mayor amor que el que da la vida por sus hermanos. Y aunque la inmolación vaya dirigida a Dios, también se benefician de ella otras muchas almas, porque la generosidad infinita de Dios y su Providencia, no se guarda para El solo, el bien que alguien le ofrezca. Dios todo lo tiene en plenitud y no necesita nada de las criaturas, por eso, El aplica esas inmolaciones a otras almas, que careciendo de méritos, están a punto de perderse eternamente.

Hijos de Dios Altísimo, ¡sed generosos y ofreceos como victimas por el bien de la Santa Madre Iglesia y sus hijos! Por el bien de los sacerdotes, del Papa, de los cardenales, de los obispos, de todas las almas, porque aunque vuestra inmolación sea por una determinada intención o colectivo, alcanza a Dios que le da gloria, a vuestra alma que la llena de méritos, al colectivo por el que os ofrecéis, sean sacerdotes o algún alma determinada, y alcanza a la Santa Madre Iglesia que engrosa la balanza del bien, en detrimento del mal.

Yo, Espíritu de Dios, os hablo. La paz sea con vosotros.