Si alguna vez alguien dijera que al invocar al Espíritu Santo Este no acude a la llamada del alma, esa persona no estaría diciendo lo exacto, porque el Espíritu Santo cada vez que se le invoca con fe y amor, acude al alma que le pide ayuda. Yo, Espíritu de Dios, os hablo.
Nadie que Me invoque para pedir socorro queda desasistido, porque Mi misión es acudir al alma que Me invoca y socorrerla en aquellas necesidades que Me presenta, bien dándole luz en decisiones que deba tomar, bien dándole fortaleza en situaciones de peligro, bien dándole entendimiento en oscuridades que tenga. Yo, Espíritu Santo, os hablo.
Quien Me invoca Me honra soberanamente, porque está admitiendo Mi misión y reconociendo la necesidad de Mi intervención en vuestras gestiones y situaciones de la vida, por eso, quien Me llama Me tiene, aunque parezca que no es así, pues debéis de invocarme asiduamente para que ni Mi luz, ni Mi gracia, os falten. Debéis asimismo hacerme novenas, triduos, coronillas, misas, porque Soy Dios también y como tal debéis honrarme.
Los sacerdotes deben honrarme aun más que nadie, para que guíen y aconsejen a las almas acertadamente, pues a veces, dan consejos que nada tienen que ver con lo que Yo les inspiraría si Me invocasen y estuvieran pendientes a Mis mociones, pues guiar a las almas es una labor muy delicada y que necesita en abundancia Mi luz. Yo, Espíritu Divino, os hablo.
Todo aquel que en su vida espiritual tenga la costumbre de invocarme para que lo ilumine o socorra, no andará errado, pues deseo asistir y suplir diligentemente a las almas en aquellas carencias que tiene. Y lo mismo que Jesús sanaba con tocarle por la fe que le tenían, Yo ilumino y otorgo Mis dones a las almas que Me reclaman y Me piden asistencia.
Así pues, hijos de Dios, os lo vuelvo a decir una vez más, invocadme, ¡invocadme reiteradamente! Vosotros obispos, cardenales, Santos Padres, sacerdotes, apóstoles, religiosos, religiosas, invocadme reiteradamente y veréis como los pasos que deis no son erróneos, porque quien Me invoca de todo corazón y con fe para que Yo le asista, no quedará defraudado. Yo, Espíritu Santo, os hablo y os instruyo. La paz de