miércoles, 13 de agosto de 2008

Dictado 7-8-08

Hijos Míos, llevamos mucho tiempo, años y años dándoos del Cielo avisos y advertencias, consejos e instrucciones, y no os movilizan a la conversión verdadera de corazón, al cambio de vida, desechando los malos hábitos y cambiándolos por costumbres sanas y santas. El Cielo se vuelca -como nunca en la historia se ha volcado- en comunicaros cosas que os ayuden a ganar la vida eterna, pero parece que hablamos en vano.

Analizáis todo menos lo que tenéis que analizar que son los comunicados. Miráis si el instrumento es bueno o es mediocre. Si lo que se recibe lo leen muchos o no. Si los mensajes son expresados con una retórica de calidad o vulgaridad, pero no analizáis el contenido que es lo que tenéis que analizar, y esto, va también para los sacerdotes que muchos de ellos ante la insignificancia o sencillez del instrumento, ya de antemano rechazan los mensajes.

Si fuera un obispo quien los diera seguro que se los creerían, pero se olvidan de que Yo, Jesús, dije: Gracias Padre por haber revelado estas cosas a los pequeños. Es triste y muy doloroso cuando el Cielo ve las pocas conversiones a la vista de nuestros comunicados, es triste querer salvaros y vosotros no poner nada de vuestra parte. Yo quisiera que creyerais en todo esto, pero si lo creéis y no lo ponéis en práctica, es como si os avisáramos de una catástrofe y no buscarais medidas de prevención.

Hijos y hermanos Míos, Mi Padre Eterno se vuelca en daros gracias extras para vuestras almas raquíticas por falta de alimento espiritual. Habéis dejado la lectura del Evangelio, recibís los sacramentos sin las debidas disposiciones y vivís una religión tan mediocre que no os aprovecha para nada, porque no vivís Mis cosas con el corazón, sino en la rutina y en la mediocridad.

Así pues hijos, ¿qué más os puedo decir? Mi Madre se comunica por todas las partes del mundo pero son pocos los que la escuchan, porque escucharla es poner en práctica sus enseñanzas y consejos. Yo, Jesús, os hablo.

Que a todo aquel que desee de verdad la conversión de costumbres y de vuelta a Mí, Dios y Señor, tenga la bendición de la Santísima Trinidad. Yo, Jesús, os hablo.