Siento deciros, hijos Míos, que todo lo bueno que hagáis y todas las buenas obras que hayáis hecho, llegará un día en que parecerá que todo ha sido en vano, y parecerá, que todo ha sido una pérdida de tiempo de cómo se van a poner las cosas, esto va para todo el mundo, para vosotros los seglares, para Mis santos sacerdotes, para Mis obispos y religiosos y religiosas, pues la hecatombe os alcanzará de tal forma, que parecerá y hasta creeréis que Yo, Jesús y Vuestra Santa Madre, os hemos abandonado.
Pero no será así, y ahí, en esa oscuridad que tengáis en esos hechos oscuros durísimos que padeceréis, es donde llegaréis a tal grado de santidad, que ni todas las penitencias del mundo os valdrían tanto como manteneros firmes en esas horas amargas que padeceréis, y que son parte de vuestra pasión, pues cuando todo parezca que se ha vuelto contra vosotros, recordad, hijos Míos, que eso mismo Me pasó a Mí y estáis cerca de la crucifixión. Yo, Jesús, os hablo.
Ved hijos Míos, como Mi Santa Madre, fortaleza viva, no sucumbió al desaliento, ni Me abandonó, no dejó de creer que todo era necesario. Ved hijos, como Mi hija María Magdalena y Mi apóstol Juan tampoco Me abandonaron y estaban dispuestos a dejarse crucificar por amor a Mí. Ellos se mantuvieron firmes y leales cuando todo el mundo se volvió en Mi contra, olvidando el bien que les hice e incluso usándolo contra Mí, por eso, recordad que las mismas obras buenas que habéis hecho se volverán contra vosotros, y algunos grupos de oración serán tildados de sectas, de grupos de corrupción, de fanatismos, de brujerías, y el mismo bien que hicisteis, se volverá en vuestra contra. Pero recordad que así Me pasó a Mí y así lo padeció Mi Santa Madre y Mis leales amigos, que soportaron un martirio por seguirme hasta el final y no Me abandonaron. Yo, Jesús, os hablo y os prevengo.
Llenad vuestras lámparas con el aceite de la oración para que el don de fortaleza crezca en vosotros. Orad y hablad Conmigo ante Mi Sagrario, los rezos son otra cosa. Así pues, hijos Míos, orad, orad, orad. Acudid al Sagrario y orad Conmigo, que es lo mismo que decir, hablad Conmigo y veréis como vuestra transformación va sucediéndose progresivamente, porque la oración para todo lo que va a venir, es la mejor arma que podéis tener para vencer tanto mal, tanta persecución, tanto dolor. La oración y la unión de todos vosotros. Yo, Jesús, os hablo.
Aquí Me tenéis hijos Míos, para todo lo que necesitéis, no os abandonaré aunque os pueda parecer que sí. Esto no lo tenéis que olvidar, porque vuestra fe tiene que ser tal, que no os haga recelar ninguna situación adversa de creer que Yo, Jesús, Vuestro Dios y Señor, estoy con vosotros. Yo, Jesús, os hablo.
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