jueves, 21 de febrero de 2008

Dictado del 21-2-08

El don más grande que Dios puede dar a una criatura es Su gran amor. No hay un don más grande para un alma. Ni la inteligencia, ni la sabiduría, ni el don de lenguas, ni el martirio, ni ninguna otra cosa es un don que supere a poseer el amor a Dios, porque amar a Dios es el mayor bien que un alma puede poseer. Y esa criatura puede ser analfabeta, torpe, burda en sus acciones, pero si tiene un gran amor a Dios, tiene el mayor don que se le puede dar a una criatura.

La Virgen tuvo este don en plenitud. Amó con su Corazón de carne como nadie ha amado nunca jamás, y Ella, tuvo este amor en plenitud. Yo Soy el Espiritu Divino que os instruyo, y que os recuerdo, los verdaderos caminos de Dios Todopoderoso, porque el camino verdadero hacia Dios es amarlo por encima de todas las cosas, y esto que se dice tan fácil, no se cumple así de fácil, porque la criatura humana en muchísimos casos, siempre se reserva algo para sí misma, o ama a sus hijos o seres queridos más que a Dios, de ahí, que el don mas grande que un alma pueda poseer es amar a Dios por encima de todas las cosas, y no digo que lo ame en la misma medida, (que a otras cosas o seres queridos) sino por encima de cualquier otra clase de amor. Yo, Espiritu Divino, os hablo y os instruyo.

Hijos de Dios Altísimo, pedid este don a Dios, pedidlo antes que cualquier otra cosa, porque pidiéndolo pediréis el mayor don que Dios os puede otorgar. Este amor divino llevó a muchos cristianos al martirio. Este amor divino llevó a la castidad perfecta a célibes y vírgenes. Este amor divino supera todas las pruebas por duras que sean, pérdida de hijos o seres queridos. Este amor divino todo lo impregna en oro macizo espiritual, porque todo lo baña con este amor divino que es un bien muy superior a cualquier otro que Dios Mismo os pueda dar.

Hijos, pedid que améis a Dios por encima de todas las cosas, porque si amáis a Dios por encima de todas las cosas, cumpliréis todos los demás preceptos y amareis incluso a vuestros enemigos, porque por amor a Dios, perdonaréis, dispensaréis, olvidaréis, aceptaréis, y hasta os alegraréis en los momentos de tribulación y sufrimiento, Yo, Espiritu de Dios, os hablo.

Amar a Dios es un sentimiento tan grande, tan sublime, una espiritualidad tal, que no se puede comparar a ninguna cosa terrenal, puesto que los demás deseos, son de la tierra, pero amar a Dios es un deseo del cielo, un deseo que existe en el cielo y que quien lo obtiene en la tierra, ha obtenido el mayor don que a un alma se le puede dar. San Pablo decía que el amor es lo único que perdurará después de muertos. Yo, Espiritu de Dios, os hablo y os exhorto a que pidáis este don, y quienes ya lo tienen, pidan al Señor que se lo aumente, que les inflame más en Su amor. Alabado sea Dios en sus Tres Divinas Personas Padre, Hijo y Espiritu Santo.

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