No me mueve, mi Dios, para quererte
el Cielo que Me tienes prometido,
ni me mueve el Infierno tan temido
para dejar por eso de ofenderte.
Tú me mueves, Señor, muéveme el verte
clavado en una cruz y escarnecido,
muéveme tu Rostro dolorido,
muéveme Tus afrentas y Tu muerte.
Muéveme, en fin, Tu amor, y en tal manera,
que aunque no hubiera Cielo, yo Te amara,
y aunque no hubiera Infierno, Te temiera.
No me tienes que dar porque Te quiera,
pues aunque lo que espero no esperara,
lo mismo que Te quiero Te quisiera
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