El alma es inmortal. Yo, Jesús, vine a salvar a las almas porque el alma es inmortal. No vine a salvar los cuerpos, sino que vine a salvar a las almas, que vivirán para toda la eternidad en tinieblas o (en) luz.
Hay hijos Mios que padecen muchas penas y sufrimientos en sus cuerpos, pero los sufrimientos terminaran, por duros que sean, tendrán un final, y ellos, son méritos -si se aceptan- para la salvación del alma. Yo vine para que las almas que son inmortales, no se perdieran para siempre, y padecí en Mi Divino Cuerpo, toda clase de tormentos y vejaciones, Yo, Jesús, las padecí.
Los sufrimientos del alma son muchos más intensos que los del cuerpo, aunque no sean materiales, ¡Cuánto duele una traición, una infidelidad, una desobediencia de un hijo, un desengaño! Todo esto se padece en el espíritu, aunque a veces, repercuta en el cuerpo. Lo mismo el bienestar del cuerpo repercute en el alma, porque aumenta la alegría, el buen humor, la tolerancia…
Hijos, esforzaos, sí, esforzaos por salvar el alma. Yo vine a abriros las puertas del Cielo para que las almas justas no se perdieran, pero sois vosotros quienes tenéis que poner todo de vuestra parte, porque nadie va hacer por vosotros, lo que vosotros tenéis que hacer.
Es lo mismo que el alimento del cuerpo, vosotros lo masticáis, lo tragáis, nadie lo mastica por vosotros, ni lo traga por vosotros. Os pueden dar de comer, introduciros la comida en la boca, pero sois vosotros quienes tenéis que tragar. Así vuestra alma la tenéis que salvar vosotros. Os pueden ofrecer oraciones, sacrificios, pero si vosotros no queréis salvaros, no os esforzáis, nadie os salvará en contra de vuestra voluntad.
Sí, hijos, esforzaos mas, mucho mas, Yo, Jesús, os hablo. Mi paz para todos vosotros. Acudid a Mi Santa Madre y pedidle ayuda, Ella no os desatenderá porque es Madre de las almas y Madre del Amor Divino. Todo lo puede ante Mi Corazón, así que hijos, lo que Me pida Mi Madre por vosotros, Yo lo escucho, pero vosotros, se lo tenéis que pedir a Ella de corazón y poner los medios, porque no seriamos justos si os concediéramos las cosas, sin que vosotros pongáis de vuestra parte. Yo, Jesús de Nazaret, os hablo.
Hay hijos Mios que padecen muchas penas y sufrimientos en sus cuerpos, pero los sufrimientos terminaran, por duros que sean, tendrán un final, y ellos, son méritos -si se aceptan- para la salvación del alma. Yo vine para que las almas que son inmortales, no se perdieran para siempre, y padecí en Mi Divino Cuerpo, toda clase de tormentos y vejaciones, Yo, Jesús, las padecí.
Los sufrimientos del alma son muchos más intensos que los del cuerpo, aunque no sean materiales, ¡Cuánto duele una traición, una infidelidad, una desobediencia de un hijo, un desengaño! Todo esto se padece en el espíritu, aunque a veces, repercuta en el cuerpo. Lo mismo el bienestar del cuerpo repercute en el alma, porque aumenta la alegría, el buen humor, la tolerancia…
Hijos, esforzaos, sí, esforzaos por salvar el alma. Yo vine a abriros las puertas del Cielo para que las almas justas no se perdieran, pero sois vosotros quienes tenéis que poner todo de vuestra parte, porque nadie va hacer por vosotros, lo que vosotros tenéis que hacer.
Es lo mismo que el alimento del cuerpo, vosotros lo masticáis, lo tragáis, nadie lo mastica por vosotros, ni lo traga por vosotros. Os pueden dar de comer, introduciros la comida en la boca, pero sois vosotros quienes tenéis que tragar. Así vuestra alma la tenéis que salvar vosotros. Os pueden ofrecer oraciones, sacrificios, pero si vosotros no queréis salvaros, no os esforzáis, nadie os salvará en contra de vuestra voluntad.
Sí, hijos, esforzaos mas, mucho mas, Yo, Jesús, os hablo. Mi paz para todos vosotros. Acudid a Mi Santa Madre y pedidle ayuda, Ella no os desatenderá porque es Madre de las almas y Madre del Amor Divino. Todo lo puede ante Mi Corazón, así que hijos, lo que Me pida Mi Madre por vosotros, Yo lo escucho, pero vosotros, se lo tenéis que pedir a Ella de corazón y poner los medios, porque no seriamos justos si os concediéramos las cosas, sin que vosotros pongáis de vuestra parte. Yo, Jesús de Nazaret, os hablo.
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