viernes, 31 de agosto de 2007

Dictado del 31-8-07

Quien ama de verdad se sacrifica por la persona amada y su sacrificio no supone tanto, porque el amor que siente se lo suaviza.

Yo amé a Mis criaturas infinitamente. Todos Mis Sentidos, todos Mis Miembros, todo Mi Cuerpo, fue una inmensa llaga. Pero también mi alma se convirtió en una “llaga mística” por el sufrimiento que me producía ver con los ojos de Mi Divinidad, tanta mentira, tanta traición, tanta hipocresía, tanto mal, para sacar bienes en provecho propio y mezquinos.

Todo tan lejos de Mi Evangelio, todo tan opuesto a Mi doctrina. Tanta deslealtad me torturaba inmensamente el alma, y lo que padecí en Mi Cuerpo, no era nada con lo que padecí en Mi Espiritu.

Mi Getsemaní fue perpetuo. Una mirada al correr de los siglos y ver tanto mal y tanto bien desperdiciado, malogrado, Me llenaba de tortura. Mi Madre lo sabía, sabía que mis sufrimientos eran interiores, mucho más dolorosos que los que tendrían exteriores. La tortura, la sed, la fiebre, la flagelación, la cruxifición, no eran nada comparadas con las penas interiores morales que Yo sentía.

Pero vosotros creación Mía, teníais que ver sensiblemente la inmensidad y grandeza de Mi Amor, y así con todas las torturas que padecí en Mi Sagrado Cuerpo, os daba una gran lección de amor, como nadie jamás os la dio, ni os la dará. Yo el Cristo, el Mesías anunciado por tantos años a los Patriarcas, Yo vine a la tierra a padecer desde el primer instante y volvería a hacerlo, si posible fuera, porque por la salvación de las almas, todo merece la pena.

Pero busco a almas que hagan lo que Yo ya no puedo volver a hacer. Busco “cristos terrenales” almas victimas, almas que se inmolen por el bien de otras almas, así, Yo vuelvo a inmolarme en esas almas, que unidas a Mi, se ofrecen junto Conmigo por los pecadores y los sacerdotes.

Esas almas Me dan mucha gloria, incluso aun antes de ser aceptadas, porque su deseo de padecer por el bien de Mi Cuerpo Místico y su celo apostólico, hacen que ya Me glorifiquen, y Me resarzan de tanta traición e hipocresía de almas que tendrían que serme fieles, y ser ejemplos del bien.

Aquellas almas que se Me ofrecen Yo las acepto y las llevo de Mi Mano Divina, a altas cotas, para que ese ofrecimiento sea mas eficaz y fructífero. Son mis “cristos terrenales”, mis otros Yo, que escondidos en una vida cotidiana y sencilla, son reflejos Míos y están bajo la mirada complaciente, de Mi Padre Celestial.

Soy Jesús de Nazaret quien os habla, ¡Oídme, almas queridas!

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