jueves, 23 de agosto de 2007

Dictado del 23-8-07

Quien ama, repara. La reparación es amor, y cuando más grande es el amor, mayor es la reparación. Yo reparé la gloria ultrajada de Mi Padre y Mi amor hacia El, infinito, le reparó infinitamente por todos los hombres, por toda la humanidad, razas, naciones, religiones. Yo, Amor Infinito, reparé infinitamente a Mi Padre, lo amé infinitamente desde Mi Santa Humanidad, y El aceptó por todos los pecadores, esa reparación infinita.

En la Eucaristía continua esa reparación, porque Yo Victima Santa, Me inmolo para seguir reparando tanto mal y tanto pecado. Así la Misa es también un acto de reparación que da gloria a Mi Padre y no solo es beneficio para las almas, sino que también, es un acto muy grande de reparación a Mi Padre Celestial. Vosotros hermanos Míos, también podéis reparar infinitamente a Vuestro Padre Celestial, ofreciéndole la Misa, que oída y celebrada en las debidas disposiciones, con fe viva e intenso amor, es un acto de reparación perfecto.

Yo, Jesús de Nazaret, necesito y busco almas reparadoras. Pero almas realmente de espíritu reparador. Que les duela los ultrajes que Nosotros, la Santísima Trinidad, recibimos. Reparar es amar, de ahí, que esas almas que deseen repararnos, lo harán mejor si Nos aman, su reparación será más perfecta.

Mi Santísima Madre fue la Gran Reparadora. Ella ofreció al Padre Eterno a Mí Mismo y junto a Mí, se ofreció Ella también por el bien de la humanidad y la Redención del mundo. Ella al pie de la Cruz amaba y amando reparaba, fue un calco Mío, en todo.

Las almas reparadoras son muy pocas, las hay, pero deberían ser mas las que reparen, muchas mas. Yo las busco y cuando encuentro alguna, la llevo a hacer actos de reparación intensos y, viven con ese ardiente deseo de querer compensarme con su amor, todo el desamor que padezco y todas las infamias que Me hacen. Son almas eucarísticas, de gran vida interior, desligadas de las cosas del mundo y su mayor deseo ¡su único deseo! es darme amor y gloria por todos los que no me la dan.

Yo las mantengo en esa vocación reparadora para obtener siempre de ellas esa reparación y ese amor tan necesarios en el Cuerpo Místico de Mi Iglesia. Son almas que viven bajo Mi constante mirada y Me cuido de ellas, porque las amo entrañablemente y hasta sus vestir y costumbres, son tan disciplinadas, que Me dan gloria desde que se levantan.

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