martes, 30 de septiembre de 2008

Dictado del 26-9-08

Hijos de la Iglesia Católica, Soy Yo quien os habla, el Espíritu Divino, y quiero recordaros, que todo buen hijo debe amar a su madre, así pues, hijos de la Iglesia Católica, debéis amar a la que es Vuestra Madre, la Iglesia, porque el mandamiento de honraras a tu padre y a tu madre, también se extiende a la Madre en la fe que es la Iglesia Católica.

Es muy atacada esta Santa Institución, incluso por católicos, y aquellos que oigan hablar mal de su Santa Madre y no la defiendan, son también culpables de pecado de omisión. Por tanto, los verdaderos cristianos, hijos de la Santa Iglesia Católica, cuando oigan hablar mal de ella, deben defenderla, o al menos, no consentir que en su presencia se hable mal de su Madre (la Iglesia)

Lo que haríais por vuestra madre biológica, hacedlo también por la Santa Madre Iglesia, porque el hijo que consiente y se calla ante las calumnias o ataques de su Madre (la Iglesia) es un indigno hijo de ella y se le pedirá cuentas. Pedidme a Mi, Espíritu Santo, fortaleza y valor para esas situaciones, que muchos de vosotros, por debilidad o ignorancia permitís y os calláis.

Si pertenecéis a esta Santa Institución, debéis defenderla, pues en el juicio final, se os pedirá cuentas de cómo habéis tratado a vuestra Madre en la fe. No solo tenéis que defender a la Iglesia Católica, sino que debéis ayudarla en todas sus necesidades: materiales, económicas, apostólicas y otras. Con todos los medios posibles: oración, limosna, colaboración personal u otros.

Así que hijos de la Iglesia Católica, hoy os recuerdo vuestros deberes como hijos de esta Institución que fundó el Redentor, y no debéis permitir, que se burlen de ella, la critiquen o la juzguen, porque si a un musulmán o árabe, se metieran contra sus creencias, sus reacciones no se harían esperar. No os pido violencia, ni mucho menos, pero sí defender a la Santa Madre Iglesia a la que pertenecéis, pues todo aquel que pertenezca a un credo, causa o asociación, debe aceptar sus creencias y normas y vivirlas, y si llegara el caso de tener que hacerlo, (también) defenderlas.

Yo, Espíritu Divino, os hablo y os recuerdo vuestros más elementales deberes. La paz de la Santísima Trinidad, esté con todos vosotros.