miércoles, 2 de julio de 2008

Yo, Pablo de Tarso, os hablo

Ante Dios, toda rodilla se doble en el Cielo, en la tierra y en los abismos (Filipenses, 2-10)

Hijos de Dios y de la Santa Madre Iglesia. Soy Pablo, Apóstol de las gentes, luchador incansable en la viña del Señor, columna de la Santa Madre Iglesia. Hijos de Dios y hermanos Míos, me dirijo a vosotros por medio de esta hermana y deseo que mi comunicación os sea beneficiosa.

Estáis viviendo en tiempos fuertes de degradación y apostasía. La pérdida de la fe se hace cada día más extensa y alcanza a colectivos y personajes que son lo que más deberían de creer y transmitir la fe. Mantenerse en la verdadera doctrina de Cristo Jesús ya es una gracia muy grande y especial, porque las corrientes del mundo arrasan todo y arrastran a muchos.

Hay que tener mucha entereza y fuerza de voluntad para no dejarse convencer, pero la gracia de Dios Todopoderoso y de Nuestro Redentor, alcanzará a todo aquel que desee mantenerse fiel hasta el final. Recordad sus palabras, el que perseverare hasta el final, ese se salvará (Mt 10, 22).

Hermanos en Cristo, permaneced hasta el final, manteneos firmes y enteros ante las catástrofes espirituales que estáis viviendo. Sacerdotes que aconsejan comulgar en pecado, confesiones profanas, comuniones sacrílegas, todo eso si se pone en la balanza de la Santa Madre Iglesia, en vez de ser un bien, es un mal que recibe este Cuerpo Místico.

Vosotros hermanos que sois minoría, que sois fieles a la verdadera doctrina de Dios Nuestro Señor, debéis manteros así hasta el final de vuestras vidas, porque vosotros hijos de Dios, seréis mártires de la Verdad Divina, pues navegáis contra corriente, contra el error, contra la apostasía, y eso, es un martirio porque sufrís por lo que veis, lo que oís, lo que se palpa en el ambiente en que estáis de vuestras parroquias y entorno.

Una sociedad sin moral, con leyes perversas ¿qué puede traer? Solo perdición y pecados atroces. Así pues, hermanos en Cristo, hijos de María Santísima, seguid navegando mar adentro, en el mar de la Verdad Divina, en el mar del Evangelio, no os importe lo que os digan ni os hagan, yo Pablo de Tarso padecí mucho, pero volvería a padecer tres veces más, ahora que en la gloria de Cristo veo lo que es la eternidad y la gloria eterna. Así pues hermanos, os animo, os exhorto a la fidelidad a Dios y sus leyes y Evangelio. Contad con mi intercesión en el Cielo y la de los Santos Apóstoles y nuestro Cabeza Pedro.

Yo, Pablo de Tarso, os hablo y os bendigo en el nombre de la Santísima Trinidad. Paz a vosotros, hermanos en Cristo Jesús.